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8 de julio de 2008

A LA SITUACIÓN QUE AFECTÓ A UNA SEÑORA QUE FUE VIRTUALMENTE ATROPELLADA POR UN PERRO EN PLENA CALLE BORIES.

La señora caminaba por la vereda. Eran las diez de la mañana y hacía muchísimo frío. Por calle Bories transitaban numerosas personas, muchas de las cuales se dirigían al sector de Plaza de Armas, donde se estaban por iniciar las […]

La señora caminaba por la vereda. Eran las diez de la mañana y hacía muchísimo frío.
Por calle Bories transitaban numerosas personas, muchas de las cuales se dirigían al sector de Plaza de Armas, donde se estaban por iniciar las actividades preparatorias del juramento a la bandera.
La mujer no supo qué le pasó; simplemente algo golpeó violentamente sus piernas, le hizo perder el equilibrio y le provocó una dura caída. Quedó tendida sobre la fría vereda y poco a poco los transeúntes empezaron a reaccionar. Luego llegó personal de Carabineros, llamaron a una ambulancia del SAMU, y tras varios minutos en que le abrigaron y consolaron, esperando que llegara la atención especializada de emergencia, finalmente la señora fue derivada hasta el centro asistencial.
El episodio, a nuestro modesto entender, no debe quedar nada más que en eso: un simple episodio lamentable o desafortunado. No, porque no lo fue. Se trató de la consecuencia de un hecho que ha superado los límites de lo aceptable. Las jaurías de perros se han adueñado del centro de la ciudad, y ya ni siquiera es posible caminar seguros por nuestra calle principal.
Explicaciones hay muchas. El municipio tiene sus argumentos, salud los suyos y otras autoridades los propios. Pero, lo cierto es que no hemos sido capaces de poner atajo a este descontrol canino, que avergüenza y exaspera.
El clamor ciudadano y el sentido común indican que no se puede seguir esperando. Hay que poner atajo a la sobrepoblación canina, y hay que hacerlo ahora.
A esta situación que condenamos damos hoy nuestra Oveja Negra de Polar.