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11 de agosto de 2023

CARTA DEL OBISPO DE PUNTA ARENAS SOBRE LA CONMEMORACIÓN DE LOS CINCUENTA AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO

El Obispo de Punta Arenas, Óscar Blanco, acaba de publicar su primera Carta del Pastor, como una reflexión acerca de la conmemoración de los cincuenta años del golpe de estado en nuestro país. La Carta está circulando a través de […]

El Obispo de Punta Arenas, Óscar Blanco, acaba de publicar su primera Carta del Pastor, como una reflexión acerca de la conmemoración de los cincuenta años del golpe de estado en nuestro país. La Carta está circulando a través de diversos medios de comunicación y redes sociales.

Es habitual que cuando hay acontecimientos importantes en la vida de la comunidad cristiana o de la sociedad en que caminamos como Pueblo de Dios, el Pastor diocesano proponga alguna reflexión u orientación, según sea el caso. Esta primera Carta del Pastor es una reflexión acerca de una conmemoración que toca la vida de todos en cuanto ciudadanos y que tensiona la vida de nuestra sociedad, polarizando las valoraciones del acontecimiento. Como señala en la Carta, todo lo que suscita esta conmemoración nos muestra que “el alma de Chile” lleva una herida que sigue sangrando, una herida que afecta nuestra convivencia y nuestro futuro.

La Carta es una invitación a todos, a los cristianos y las personas de buena voluntad que no tienen el don de la fe, a mirar con serenidad cómo este acontecimiento toca nuestras vidas y relaciones y, desde la luz que ofrece la fe en el Señor Jesús y la buena voluntad que debe animarnos a todos, podamos acoger los llamados que nos hace como personas, como Iglesia y como país para caminar juntos construyendo nuestro presente y futuro con una memoria enriquecida por lo que hemos vivido.

Necesitamos hacer memoria de esa dolorosa ruptura de nuestra convivencia democrática. Hacer memoria de lo sucedido es una exigencia de respeto, justicia y reparación ante el sufrimiento de muchos chilenos y chilenas, todos hermanos nuestros. Muchos compatriotas murieron, otros aún continúan desaparecidos, muchos sufrieron la tortura, el exilio, la pérdida de sus trabajos por sus ideas políticas, y diversas violaciones a los derechos humanos. Es una triste historia con una herida que necesitamos sanar para poder caminar juntos. Por eso, hacer memoria es una exigencia de nuestra responsabilidad de ciudadanos para ir haciendo un país que, con lucidez e ilusión, construye su presente y su futuro.

Pero, necesitamos hacer una memoria sanadora, superando las distorsiones que pueden ser el olvido, la negación de lo sucedido, o el recordar con rencor y deseos de venganza. Todas esas son manifestaciones de una mala memoria, porque la historia no se puede negar, no se puede borrar, y tampoco puede quedar detenida en un pasado doloroso, ni cerrada al futuro por la falta de la necesaria autocrítica que todos tenemos que hacer. Por cierto, hay diversas interpretaciones del acontecimiento y de los hechos que lo desencadenaron, pero esas lecturas divergentes no pueden paralizar la búsqueda de un camino que podamos recorrer juntos como sociedad y como país.

Sin duda, gracias a Dios, se han dado en nuestro país muchos pasos de sanación desde el retorno de la democracia, el reconocimiento del Estado -a través de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación- de las violaciones a los derechos humanos, y las formas de reparación que el Estado ha intentado dar a las víctimas. Todo eso es valioso e importante. Pero, lo decisivo ante las heridas de la historia es, siempre, una decisión de perdón y reconciliación.

Un punto central de la Carta es el llamado a una decisión de perdón, tanto de pedir perdón como de ofrecer el perdón, como la única actitud que puede sanar las heridas de la historia. El perdón “de corazón” es una decisión libre de cada persona que nace de experiencias y convicciones más fuertes que el dolor de las heridas. Para los cristianos, la fe en el Señor Jesús, que vivió y murió perdonando, es la razón más fuerte para el perdón y la reconciliación. Y también, los que no tienen el don de la fe y están llenos de buena voluntad, pueden encontrar en su amor a los demás y al país, las razones para el perdón más fuertes que el dolor de las heridas.

La Carta del Pastor es un llamado a decir “nunca más” a lo que hemos vivido en nuestra historia y que nos condujo a esta dolorosa conmemoración; pero para que el “nunca más” sea fecundo tenemos que aprender juntos que “hoy más que nunca” es la ocasión de ir construyendo un futuro que nos llene de esperanza a todos.

Particularmente, “hoy más que nunca” es cuando tenemos que ir dando pasos de sanación para transmitir a las nuevas generaciones (el 80% de los chilenos de hoy no había nacido o eran niños en 1973) que en democracia es posible construir una sociedad mejor, más equitativa, honesta y digna para todos, desarrollando una verdadera cultura del encuentro y del diálogo, una cultura de la paz.

Quisiera invitar a los amables oyentes y lectores de este comentario a acceder a la lectura de la Carta del Pastor, la cual se encuentra disponible en la página www.iglesiademagallanes.cl