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11 de abril de 2019

CUESTA ABAJO EN LA RODADA

Lo que muchos se preguntan -y yo me incluyo- es cuándo fue que nos perdimos y se nos fue echando a perder la calidad de vida en nuestra sociedad. Es una pregunta que se refiere a la calidad de la […]

Lo que muchos se preguntan -y yo me incluyo- es cuándo fue que nos perdimos y se nos fue echando a perder la calidad de vida en nuestra sociedad. Es una pregunta que se refiere a la calidad de la vida ética en nuestra convivencia; es decir, cuándo fue que en nuestro país nos empezamos a hundir en un pantano de corrupción, de mentiras, de abusos, de violencia y de apariencias engañosas. Llegar a tener claridad sobre cómo y cuándo sucedió esto requiere una perspectiva de tiempo mayor y será -sin duda- uno de los temas que tendrán que estudiar todas las ciencias sociales.

Cómo y cuándo fue que -por todos lados y en las más prestigiosas instituciones- empezaron a aparecer todo tipo de delincuentes que han ido socavando la confianza pública. Ciertamente, siempre hubo pillos y sinvergüenzas que cometían todo tipo de fechorías, y para eso estaban los servicios policiales y los tribunales que velaban por el imperio de la ley ante cualquier tipo de delincuentes; ahora tampoco hay confianza social en ellos. Pero, ¿cómo fue que nos fuimos llenando de políticos corruptos, de empresarios también corruptos, de policías delincuentes, de ministros religiosos abusadores, de médicos que atienden mal a sus pacientes, de militares que estafan a la patria que juraron defender, de profesores que no enseñan, de contralores que necesitan ser controlados, de jueces coimeros, etc.? Es una lista que usted puede continuar…

Usted, estimado lector, me dirá que no son todos los que han caído tan bajo, y usted tiene razón: sabemos que no son todos los que se han ensuciado las manos o han faltado a los juramentos o promesas que hicieron. Pero lo que sucede es que de ser unos casos aislados pasó a ser una situación de muchos casos, y que se generalizó en todas las instituciones de la sociedad, sin que quedara títere con cabeza… Eso es lo que se llama una “crisis sistémica”; es todo un sistema que entró en crisis y en una de las peores crisis que puede vivir una sociedad: una crisis de su sistema ético, el cual sostiene la credibilidad de la relaciones entre los miembros de la sociedad.

La seriedad del problema va acompañada de otras dos complejidades: una, que a pocos parece importarle que vayamos -como en el tango- “cuesta abajo en la rodada”; otra, que revertir este proceso de degradación ética requiere convicciones sólidas, voluntad social y política, y tiempo.

Al mismo tiempo, esta emergencia ética en la que nos encontramos genera distintos tipos de reacciones. Unos son los que -cansados y descreídos de todo- se refugian en su pequeño mundito y se desentienden de cualquier asunto social. Otros son los que en estos tiempos se aprovechan de todo y de todos, con eso de “a río revuelto ganancia de pescadores”. Otros son los que buscan soluciones drásticas -y a veces violentas- que “pongan orden” en la sociedad; estos son los muy peligrosos “talibanes” que buscan restablecer fanáticamente un orden ético en la sociedad. Estoy seguro que usted, apreciado lector, ya puede reconocer los regueros de sangre que estas posturas fanáticas han dejado ante las crisis éticas en diversas sociedades. No podemos olvidar lo vivido en Chile con la crisis del sistema democrático y lo que fueron los años de la dictadura.

No se trata de dejarse llevar por el pesimismo, sino enfrentar el problema en toda su gravedad. Solamente, una decidida actitud ética de parte de los ciudadanos puede recomponer un sistema que está haciendo agua por todos lados. Esa decidida acción ética significa actuar cada uno con cuidadoso apego a los valores y normas que permiten relaciones sociales creíbles. No es tan difícil, ¿verdad?

11 de abril de 2019