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18 de abril de 2015

EL 16 DE ABRIL DE 1918 UN MILITAR CHILENO INICIA SU EXPLORACIÓN DE TIERRA DEL FUEGO

Alrededor de esta fecha, el capitán Arturo Fuentes Rabé, comisionado por el ejército chileno, inicia su primer viaje austral, con el fin de recorrer el imperio ganadero de la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego. Luego de esa recorrida, escribió el […]

Alrededor de esta fecha, el capitán Arturo Fuentes Rabé, comisionado por el ejército chileno, inicia su primer viaje austral, con el fin de recorrer el imperio ganadero de la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego.
Luego de esa recorrida, escribió el libro Tierra del Fuego y los Canales Magallánicos, “la obra etnográfica sobre la vida estanciera más detallada con la que contamos actualmente (…) Chile se había percatado de un enorme negocio que prosperaba en los confines de su territorio, un negocio donde capital y trabajo eran indiferentes a las fronteras –geográficas y culturales– de la nación (chilena, pero también argentina)” (Joaquín Bascopé Julio. Pasajeros del poder propietario. La Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego y la biopolítica estanciera 1890–1920)
Esta incursión se produce en un momento de esplendor de la explotación ganadera y de la corporación empresarial. Fuentes Rabé se interesa por la “sinergia entre migrantes, ovejas, geografía y clima” que “daban por resultado una colonización vertiginosa, arrinconando o exterminando a los antiguos ocupantes (tehuelches y onas, principalmente)”.
La Sociedad Explotadora Tierra del Fuego fue la más importante compañía de la región. “Constituida en septiembre de 1893 a partir de la enorme concesión (1 millón de hectáreas) que el portugués José Nogueira obtuviera en 1890 del gobierno chileno en Tierra del Fuego, la Explotadora logró en menos de 20 años ocupar los mejores campos de Magallanes, Santa Cruz y Tierra del Fuego. El yerno de Nogueira, Mauricio Braun, tomó, tras la muerte de aquél, las riendas de la compañía en sus orígenes”, asociándose con capitales británicos.
Así, “la Explotadora puntuó la estepa patagónica con enclaves industriales (los cascos) y sus respectivos anexos (secciones y puestos ovejeros) a la vez autónomos y dependientes del flujo de mercaderías, de tecnología, de mano de obra, de capital, etc.”. Sus socios británicos les facilitaban el acceso a los mercados occidentales. Este sistema le permitió “llevar el negocio de la crianza ovina a un extraordinario nivel de rentabilidad”.
La corporación “concebía su dominio como un desierto. Un desierto que, antes que civilizar, era preciso industrializar. Por esto, fue más bien la maquinización, en lugar de la población, lo que se expandió en el territorio de la empresa” (op. Cit.).