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1 de agosto de 2017

EL 31 DE JULIO DE 1782 FISCAL IMPULSA LA CONQUISTA DE LA CIUDAD ENCANTADA PATAGÓNICA

Este día, el fiscal de Chile, Pérez de Uriondo, eleva un documento resumiendo los antecedentes históricos en torno a la existencia de una ciudad “fabulosa de riquezas y erguida en los desiertos patagónicos, rodeada de tierras feraces y vecinas a […]

Este día, el fiscal de Chile, Pérez de Uriondo, eleva un documento resumiendo los antecedentes históricos en torno a la existencia de una ciudad “fabulosa de riquezas y erguida en los desiertos patagónicos, rodeada de tierras feraces y vecinas a montañas de las que extraen oro, plata y diamantes” y culmina su argumentación interrogando a los destinatarios de la exhortación: “¿Por qué, entonces, no intentar la conquista de la ciudad Patagónica?” (Ernesto Morales. La ciudad encantada de la Patagonia).
El fiscal recopiló los testimonios que daban cuenta de la existencia de esa ciudad encantada. El primero de ellos fue el de Tomé Hernández, el único sobreviviente del intento de colonizar las costas del estrecho de Magallanes, quien, al arribar a Perú, aseguró que los nativos “daban a entender que la tierra adentro habían otros hombres (…) hombres con barbas, con botas (…) y señalaban con la mano el tamaño de ellos, hacia la tierra adentro” hacia el norte.
Los siguientes testimonios fueron de Pedro de Oviedo y Antonio de Cobos, quienes aparecieron en Perú, en 1567, “diciendo que habían vivido en la Ciudad Encantada” luego de un naufragio. Sostuvieron que “la ciudad se hallaba gobernada por un inca, “al cual le traían los suyos en hombros una silla, que sería de edad de veintisiete años”. Su testimonio se tomó como artículo de fe” y fueron reproducidos en varios libros.
Juan Ramírez de Velazco envió una carta al rey con una síntesis de los informes que había recopilado hasta 1589 sobre la ciudad encantada.
En 1707, Silvestre Antonio de Roxas afirmó en Madrid que “había estado viviendo como cautivo de los indios pehuenches” y presentó un memorial que tituló “Derrotero de un viaje desde Buenos Aires a los Césares por el Tandil y el Volcán, rumbo al sudoeste, comunicado a la corte de Madrid”. En 1746, el jesuita Cardiel afirmó con entusiasmo la existencia de la ciudad encantada y, poco después, se sumaron Agustín de Jáuregui, el gobernador de Chile Pedro de Valdivia y el capitán Fermín Villagrán.
Con estos antecedentes, el fiscal se preguntó: “A presencia de semejantes atestaciones, parece que no debe ya dudarse de la existencia de aquellas poblaciones, bien sean de españoles, o bien sean de extranjeros”. La necesidad de creer, alimentó las fantasías de militares y religiosos y se lanzaron a la búsqueda que demandaron grandes e infructuosos sacrificios.

Autor : Bernardo Veksler