0d48ec9d-a119-4787-8781-70de66845b73-medium-standard-q100.png

1 de abril de 2021

EL QUE NO ES SERVIDOR ES UN APROVECHADOR

Hoy es el día que los cristianos llamamos “Jueves Santo”. Es la víspera de la conmemoración de la muerte violenta del Señor Jesús, ajusticiado como un criminal en Jerusalén. Esa noche realizó la llamada “Última Cena”, la cual no es […]

Hoy es el día que los cristianos llamamos “Jueves Santo”. Es la víspera de la conmemoración de la muerte violenta del Señor Jesús, ajusticiado como un criminal en Jerusalén. Esa noche realizó la llamada “Última Cena”, la cual no es una especie de banquete de despedida fúnebre, sino que Él es el anfitrión de una cena a la que invitó a sus amigos y amigas antes de la fiesta de la Pascua y los sorprende con un gesto que en ese tiempo nunca haría una persona honorable: les lava los pies.

Lavar los pies a los que llegaban sucios y cansados de recorrer los caminos polvorientos de entonces es un gesto de acogida y era una tarea que hacían los esclavos. El Señor Jesús quiere manifestar que Él está entre ellos como el que sirve, no como un señor superior. Con ese gesto, el Señor Jesús rompe las fronteras que los seres humanos construimos para diferenciarnos, para mostrarnos más que otros. Lavando los pies a sus amigos los invita a entrar en un espacio nuevo, para construir relaciones diferentes, en las que desaparecen las barreras de poder, de género, de estatus, de cultura o religión, y todo se construye desde el respeto, el encuentro y la equidad.

Esta es una lección suprema del Maestro a sus discípulos: es Dios que se ha hecho hombre para lavarnos los pies. En el lavado de los pies se manifiesta que Dios se ha hecho nuestro esclavo, nuestro servidor. ¡Es un gran misterio el amor que Dios nos tiene! Es el anuncio que la plenitud del Señor Jesús como ser humano, está en servir a los demás.

Con los gestos y palabras del lavado de los pies de sus discípulos, el Señor Jesús denuncia la falsedad de la pretendida grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, y proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Él que se hace servidor de todos, sin condiciones ni reservas. Es el anuncio de que cada persona es más humana y más llena del amor de Dios cuando es más servidor de los demás y, al mismo tiempo, es la denuncia de una triste experiencia que todos tenemos en nuestra sociedad, y que es importante no olvidar en este tiempo en que tendremos elecciones: que el que no es servidor es un aprovechador.

Hoy día, en las celebraciones litúrgicas de esta noche, leeremos este pasaje del Evangelio, aunque -por las restricciones de la pandemia- no podremos hacer el signo de lavarnos los pies, y hacemos memoria del amor que Dios nos tiene, que al instituir la Eucaristía se queda en medio nuestro en la sencillez de los signos del Pan y del Vino compartidos como signos de su propia vida entregada.

En las celebraciones de esta noche, los cristianos hacemos memoria del amor entrañable del Señor Jesús que se hace servidor de todos, y renovamos nuestro camino de seguimiento en el servicio: para ser discípulo del Señor Jesús hay que estar dispuesto a hacerse servidor, a ponerse a los pies de todos, a sanar las heridas, a romper las cadenas, a dignificar a las personas y cargar con los demás. Esta es la noche en que celebramos que el amor de Dios es humilde, servicial, siempre disponible para hacer el bien. Por eso, una vida entregada en el servicio, como el Señor Jesús, siempre es victoriosa y fecunda, tal como lo celebramos este Domingo de Pascua

1 de abril de 2021