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31 de marzo de 2013

EMOTIVA VIGILIA PASCUAL EN IGLESIA CATEDRAL

El día en que fuimos bautizados cruzamos el umbral de la “puerta de la fe”. El querido y recordado Papa emérito, Benedicto XVI, nos hizo el regalo de este año para caminar y “redescubrir el camino de la fe para […]

El día en que fuimos bautizados cruzamos el umbral de la “puerta de la fe”. El querido y recordado Papa emérito, Benedicto XVI, nos hizo el regalo de este año para caminar y “redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”.

¡La Pascua del Señor está cerca! Y con ella la hermosa y solemne Vigilia Pascual, en la que renovamos llenos de gozo nuestro bautismo, para seguir caminando tras las huellas de Jesús, el Señor.
En el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), se pregunta al catecúmeno: “¿qué pides a la Iglesia de Dios?” Y éste responde: “La fe”. Se le vuelve a interrogar: “¿Qué te da la fe?” Y él responde: “La vida eterna”.
Así como nuestros padres, por el don de sí mismos, nos dieron el regalo de la vida, por el sacramento del bautismo nos hicieron un regalo aún mayor: la fe, por el que la vida no tiene fin.
La mayoría de nosotros hemos sido bautizados siendo niños. Alentamos e invitamos a los padres para que bauticen a sus hijos recién nacidos, pues como decía San Irineo de Lyon (Año 130 – 202), “Jesucristo vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos.
Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés
a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar a los
de su edad, dándoles ejemplo de piedad, y siendo para ellos modelo de
justicia y obediencia; se hizo joven con los jóvenes, para dar a los jóvenes
ejemplo y santificarlos para el Señor”.
También otro importante Padre de la Iglesia, Orígenes (Año 185 – 254),
decía que “la Iglesia ha recibido de los Apóstoles la costumbre de
administrar el bautismo incluso a los niños”, y que se los lleva a la
pila bautismal porque “si no se nace del agua y del espíritu, es imposible
entrar al reino de los cielos”. En este año de la fe, renovemos nuestra amistad con el Señor y vivamos el gozo de llevar su nombre desde el día de nuestro bautismo. Nos haría bien seguir el ejemplo del Papa Francisco, que siendo Arzobispo de Buenos Aires, visitaba con frecuencia la Iglesia parroquial donde fue bautizado. Una vez le confesó al párroco: “vengo a rezar aquí frente a esta pila bautismal, por el don de la fe, pues en ella mis padres me regalaron la fe.
Nuestra común vocación de “discípulos misioneros” nace del encuentro personal con el Señor Jesús en la fuente bautismal. Este acontecimiento decisivo marca toda nuestra existencia, pues nos hace hijos del Padre eterno, miembros de la gran familia de Dios, del Cuerpo de Cristo y templos del Espíritu Santo.
En estos días, en los que viviremos de manera más intensa la Pascua
del Señor, el mismo Señor nos invita a “leer” la historia humana como historia de salvación. Dios se acerca a nosotros, a través de:
• su Palabra,
• la liturgia y los sacramentos (especialmente la Eucaristía)
• la comunidad y
• los pobres,
para intensificar nuestra comunión con Él y con los hermanos.
Como los discípulos de la primera hora, necesitamos permanentemente renovar nuestra fe y adhesión al Señor Jesús, renunciando a Satanás y sus obras, y prometiendo servir fielmente a Dios en la santa Iglesia Católica.
Necesitamos que Cristo vuelva a ser el centro de nuestra vida. Y en esto consiste la conversión, pues cuando Cristo no es el centro de nuestra existencia, nuestro testimonio es débil, nuestra acogida es superficial, nuestra misión carece de fuerza, nuestra formación se queda solamente en la pura teoría, y nuestra liturgia se vuelve un ritualismo frío, sin alma. Por eso necesitamos adherir con fuerza a la persona del Señor Jesús para retomar nuestro camino de “discípulos-misioneros” y hacer presente el Reino de
Dios y su justicia en medio de nosotros (cf. APARECIDA 382 ss.)
En estos días santos, en los que el mismo Señor nos visita con su gra
A.- Nivel comunitario:
1.- Reunidos en comunidad, y conociendo esta carta, nos podemos
preguntar: ¿A qué nos llama concretamente nuestro Pastor? ¿Qué dice la carta? Señalemos frases textuales y reflexionemos juntos.
2.- ¿Qué actitudes nuestras requerimos para desarrollar el llamado a
dar testimonio de nuestro encuentro con Jesucristo, a nivel personal y comunitario? ¿Qué vamos a hacer, o qué estamos haciendo en nuestro grupo o comunidad para asumir este año de la fe?
B.- Nivel personal y familiar:
Debo confesarles que he descubierto, al escribir esta carta, que desconozco el día de mi bautismo, y nunca he visitado la Parroquia donde recibí este sacramento; la misma suerte corrieron los padrinos.
1.- Así como cada año celebramos el día de nuestro cumpleaños, los
invito a averiguar el día, el lugar, el significado de nuestro nombre y el ministro que nos bautizó. Así, durante este año dedicado a nuestra fe, podremos pedir que la comunidad cristiana nos ayude a dar gracias a Dios por este magnífico regalo en la oración de los fieles, el domingo más cercano a la fecha de aniversario de nuestro bautismo.
2.- A partir del Domingo de Pascua, rezar durante la Eucaristía el Credo “Niceno – Constantinopolitano”. Para facilitar su proclamación, lo distribuiremos a las Parroquias y comunidades, para que al proclamarlo recordemos que estamos viviendo “el año de la fe”.
3.- Renovar con viva conciencia las promesas de nuestro bautismo en la Vigilia Pascual, y recibir el agua de la aspersión con un deseo muy verdadero y profundo de renovación personal. Los invito a que la vela y el agua que llevaremos esa noche nos acompañen en la oración personal y familiar durante el tiempo pascual.
Les recuerdo, que para iluminar este año pastoral, hemos escrito una
carta el pasado 13 de enero, invitando a todos a vivir este año de la fe.
Cada uno reciba mi afecto y oración de Pastor.
Bernardo Bastres