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18 de abril de 2014

ESTACIÓN III – JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

Levántate, ¿por qué te echas sobre tu rostro? Israel ha pecado y ha llegado a traspasar mi alianza, la que yo le he mandado guardar. (Jos 7,10-11.) Ahora mi alma se ha turbado, y ¿qué diré?: ¡Padre, sálvame de esta […]

Levántate, ¿por qué te echas sobre tu rostro? Israel ha pecado y ha llegado a traspasar mi alianza, la que yo le he mandado guardar. (Jos 7,10-11.)
Ahora mi alma se ha turbado, y ¿qué diré?: ¡Padre, sálvame de esta hora! Pero para eso he llegado a esta hora. Padre, da gloria a tu nombre… (Jn 12,27-28.)
Te encomendará a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos. Y ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces en las piedras. (Sal 91,11-12.)
Me hizo caer en emboscadas, me despedazó, me asoló. Tendió su arco y me puso por blanco de sus saetas. Clavó en mis lomos las fechas de su aljaba. Soy el escarnio de los pueblos todos, su cantinela de todo el día. Me hartó de amarguras, me embriago de ajenjo. (Lam 3,11-15.)
Defiéndeme, Señor, de las manos del impío, protégeme de los hombres violentos, que ponen tropiezos a mi paso. Los soberbios, que me ponen ocultos lazos, tienden sus redes junto al camino y me ponen cepos para mí. (Sal 140,5-6).
Que tus saetas han penetrado en mí y pesa gravemente sobre mí tu mano… Voy encorvado y en gran manera humillado… Porque están mis huesos abrasados, y no hay en mi carne parte sana… Está lleno de congoja mi corazón, me faltan las fuerzas, y aun la misma luz de mis ojos me abandona. Mis amigos y mis compañeros se alejan por mis llagas, y mis vecinos se quedan lejos. Tiéndenme lazos los que buscan mi vida y me amenazan los que desean mi ruina… Viven y son fuertes mis enemigos y se multiplican los que injustamente me odian; y los que vuelven mal por bien me hostigan por seguir el bien. (Sal 38,7-8,12-13,20-21.)
…lo sé: mi redentor vive, y al fin se erguirá como fiador sobre el polvo. (Job 19,25.)

Las zancadillas abundan. Son burla y humillación. De árbol caído todo son astillas. Jesús por los suelos. ¿Dónde queda su gloria, el respeto amoroso que le tuvo el pueblo el día de su entrada en Jerusalén? ¡Qué grave delito resulta la deshonra que le inflige el poder! Jesús quiso mirar desde el mismo suelo la humillación humana.