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29 de marzo de 2013

ESTACIÓN VI – LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

…Ahora vemos por un espejo obscuramente, entonces le veremos cara a cara… (1Cor 13,12.) Le has bendecido con eterna bendición y le das a gozar la alegría de tu rostro. (Sal 21,7.) …Alza, Señor, sobre nosotros tu serena faz. (Sal […]

…Ahora vemos por un espejo obscuramente, entonces le veremos cara a cara… (1Cor 13,12.)
Le has bendecido con eterna bendición y le das a gozar la alegría de tu rostro. (Sal 21,7.)
…Alza, Señor, sobre nosotros tu serena faz. (Sal 4,7.)
Y os digo de veras que donde se predique la Buena Noticia en todo el mundo, se contará también en su alabanza lo que ha hecho ésta. (Mc 14,9.)
Sube ante El como un retoño, como retoño de raíz en tierra árida. No hay en El parecer, no hay hermosura que atraiga las miradas, no hay en El belleza que agrade. (Is 53,2.)
El Señor me ha abierto los oídos, y yo no me resisto, no me echo atrás. He dado mis espaldas a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. Y no escondí mi rostro ante las injurias y los esputos. (Is 50,5-6.)
Como de él se pasmaron muchos, tan desfigurado estaba su rostro que no parecía ser de hombre. (Is 52,14.)

La inexplicable Sábana de Turín muestra un rostro de una serenidad sobrecogedora. En el siglo IV se veneraba un rostro de Jesús en Constantinopla, según contaron los peregrinos. Se trataba, decían, de la «Vera Icona» de Cristo. ¿Existió esta mujer, «Verónica»? Cierto es que una mujer le enjugó los pies y Jesús lo tomó como un símbolo de su amortajamiento y aseguró que su gesto sería recordado. Necesitamos vivir bajo la mirada de alguien y podemos ayudar a vivir simplemente siendo mirada para alguien. ¿Qué rostros contemplo yo?