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6 de octubre de 2016

LA BELLEZA QUE DAN LOS AÑOS

Nuestra cultura está marcada por el culto a la imagen, lo cual se asocia a la búsqueda de la eterna juventud en el cuerpo, en el lenguaje, en el vestir y en las ideas. Hay personas buscan una imagen juvenil […]

Nuestra cultura está marcada por el culto a la imagen, lo cual se asocia a la búsqueda de la eterna juventud en el cuerpo, en el lenguaje, en el vestir y en las ideas. Hay personas buscan una imagen juvenil artificialmente prolongada través de diversas cirugías, estiramientos faciales y liposucciones, en una batalla perdida por aparentar menos edad y -lo que todavía es peor- viviendo con una atrofiada mentalidad adolescente. Es la cultura de una falsa estética, de una falsa juventud y también de falsos valores, que fue genialmente presentada por Oscar Wilde en su novela “El retrato de Dorian Grey”.

Pero la verdad nunca puede ser escondida, y en vez de perder tiempo, dinero y valores en cultivar apariencia y mentalidades juveniles -cuando no adolescentes-, bien podríamos ir valorando y cultivando las riquezas que adornan la vida de los adultos y -especialmente- de los adultos mayores.

La Biblia, en el libro de los Proverbios dice que “la gloria de los jóvenes es su fuerza, y la belleza de los ancianos es su vejez” (Prov 20,29), recordándonos que cada tiempo tiene su gracia, su hermosura y su amor. La ancianidad tiene su propia estética marcada por surcos de trabajo, de experiencia y de sabiduría, que pueden volcarse hacia las nuevas generaciones en el testimonio de una vida llena de sentido, vivida en serena alegría y expresada en sabios consejos.

En este mes de octubre, que se celebra como el Mes del Adulto Mayor, ellos nos hacen presente nuestro propio futuro, pues todos vamos hacia allá; nos muestran que las personas que están siempre vigentes son las que conservan razones de fondo para vivir; los adultos mayores nos dan testimonio de que la verdadera decrepitud no es el debilitamiento del cuerpo, sino la indiferencia del alma. Con su vida y sus diálogos habitualmente llenos de sabiduría nos recuerdan que el tiempo puede arrugar la piel, pero la preocupación, el odio y la pérdida de ideales arrugan el alma; también, con su justo y legítimo reclamo por pensiones dignas, los adultos mayores, hacen presente que siempre es tiempo de luchar por un mundo mejor.

La belleza que dan los años en las personas que han sabido envejecer y lo asumen con naturalidad tiene que ver con la libertad con que pueden vivir, pues no están buscando “lo políticamente correcto”, porque no les hace falta. Así, pese a los achaques o a las humillaciones de una sociedad que muchas veces los margina, actúan como quien nada tiene que perder, pero sí algo que ganar y -sobre todo- mucho que ofrecer en experiencia, sabiduría y madurez espiritual, debido a que la mayoría de los adultos mayores comienzan a vivir con clara conciencia de aquello que decía el gran poeta y místico San Juan de la Cruz: “al atardecer de nuestra vida nos examinarán del amor”.

Como dice el Papa Francisco, los adultos mayores tienen el carisma de ser un puente entre las generaciones, transmitiendo lo mejor de cada época a la siguiente, y entre ese tesoro que pueden transmitir está la riqueza que significa la fe en el amor de Dios.

6 de octubre de 2016