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20 de enero de 2015

LO QUE TODO MAGALLÁNICO DEBE SABER XXVIII

Hubo una vez cierto alcalde que quiso terminar con la tradición de los cortejos que se dirigen caminando tras el carro fúnebre. Los magallánicos se “pararon de manos” y no aceptaron esta medida por lo cual se sigue manteniendo esta […]

Hubo una vez cierto alcalde que quiso terminar con la tradición de los cortejos que se dirigen caminando tras el carro fúnebre. Los magallánicos se “pararon de manos” y no aceptaron esta medida por lo cual se sigue manteniendo esta práctica por las calles regionales.
Pero, tal como dice el título de esta crónica la tradición de la Cultura de la Muerte, agoniza.
Como muchas otras costumbres, quienes proceden del archipiélago de Chiloé, han traído consigo y enraízan en la zona, la usanza de los velorios y funerales.
El olvido casi ha sepultado antiguas prácticas, como aquella en que un vecino se encargaba de pregonar el deceso de una persona, subiendo a lo alto de un cerro y con fuerte vozarrón decía: ¡ya murióooooooo! Se cuenta que en Chiloé el más famoso de estos gritadores fue Nicanor Aguila, que, como no preparó a nadie para esta actividad, no tuvo heredero voceador de su fallecimiento.
Incluso en su agonía, la persona era acompañada por un rezador que le ayudaba a “bien morir” y al cual el moribundo debía relatarle los actos malos de su vida y definir su herencia. El rezador le pedía que abriera la boca para que por allí saliera el alma abriendo puertas y ventanas para que esta escapara y, cuando se ponía porfiada, se le expulsaba de la pieza con una “pichana” de arrayán.
Al fallecido, por ley, se le velaba tres días, durante los cuales las visitas junto con dar las condolencias, depositaban un óvolo en dinero, velas o paquetes caseros. Mientras tanto, los deudos preparaban “gloriao”, trago preparado con una mezcla de aguardiente, azúcar quemada y agua. Además se servía vino y chicha de manzana. En lo comestible se sería cazuela de cordero, arroz, carne de chancho, papas y pan.
Para pasar la noche en vela, se alternaban las conversaciones sobre la bondad del “finaíto”, con adivinanzas, algunas de ellas bastante pícaras, cuentos y chascarros.
Cuando es poca la comida y el trago, la gente comienza a retirarse, no sin antes proferir en voz alta frases como “en vista que el muerto no resucita…”, refiriéndose a que “en vista que no pasa nada”. Pero, cuando el velorio es bien regado y comido, las frases cambian: “feliz el que ya no tiene que padecer”, “la delantera nomás nos lleva”, “no somos nada”.”tan bueno que era el finado”, etc.
Antiguamente el luto obligaba a la viuda, hijos, padres y hermanos a vestir de negro por un año y a nueras, yernos, abuelos, nietos y sobrinos, sólo tres meses o medio año. El luto lo llevaban mediante traje negro damas y varones, los más “pudientes” y en las zonas pobres, por falta de recursos los hombres vestían un pantalón negro, llevando una huincha negra en la manga del vestón o una cinta pequeña del mismo color en la solapa.
Por último, una serie de supersticiones, se establecen con relación a los cadáveres: Cuando a un muerto le quedan los talones blandos, uno de sus parientes le seguirá al Más Allá. La misma creencia se tiene cuando el muerto quedo flexible. Cuando al fallecido se le cae el pie derecho hacia un costado, morirá un pariente.

“ Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros, medianos y más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.” (Jorge Manrique, Coplas a la Muerte de su Padre)

(Foto: Antigua Carroza en Punta Arenas)

Mario Isidro Moreno

«El Libro lo Que Todo Magallánico Debe Saber, de Mario Isidro Moreno, está disponible en las principales librerías de Punta Arenas».