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3 de abril de 2010

TERREMOTO Y EXPERIENCIAS DE OTRAS LATITUDES

Eran casi el mediodía del 27 de febrero en Maputo, cinco horas menos en Chile, cuando un compatriota amigo me llama por teléfono para decirme que en Chile hubo un gran terremoto. Como estaba mirando la prensa diaria en internet, […]

Eran casi el mediodía del 27 de febrero en Maputo, cinco horas menos en Chile, cuando un compatriota amigo me llama por teléfono para decirme que en Chile hubo un gran terremoto.
Como estaba mirando la prensa diaria en internet, inmediatamente comencé a navegar de agencia en agencia de noticias para encontrar alguna información. Tuve la suerte de hallar en un periódico español online el sitio de transmisión directa de TV Nacional.
Y prácticamente no me moví del computador durante el sábado y el domingo. En la habitación de al lado tenía la televisión por cable con el programa de la CNN en inglés transmitiendo constantemente su breaking news sobre Chile. Los que vivimos fuera del país tuvimos la oportunidad de ver en vivo y en directo, a miles de kilómetros de distancia, lo que nuestros compatriotas no podían ver y saber, ya sea porque estaban con sus casas en el suelo o sin energía eléctrica.
Pero, el comentario que les quiero hacer viene de lo que me pasó el domingo, cuando la televisión chilena comenzó a salir a terreno y a entrevistar a los ciudadanos damnificados. La súplica más corriente era la falta de agua y pan para la población y leche para los niños.
Estaba ensimismado escuchando una de esas entrevistas cuando mi mujer aparece a mirar la transmisión televisiva vía internet. Ella, una europea, que vivió sus primeros treinta años de vida en Yugoslavia, al ver el clamor de la gente, hace el siguiente ingenuo comentario:
– “Bueno, que esperen un poco para que la defensa civil y el gobierno les repartan la las raciones”.
– De qué me hablas le pregunté.
– ¿Cómo, en tu país (ese tu país en cursiva, espero que lo entiendan) no existen depósitos de la defensa civil en cada ciudad preparados para casos de emergencia o guerra con provisiones de agua, harina, comida enlatada, pañales, medicamentos?
¡Qué le iba a responder! ¡Que los chilenos nos reíamos de los yugoslavos cuando llegamos exiliados a ese país cuando todo el pueblo tenía cada cierto tiempo ejercicios de defensa civil! ¡Cuando ella me contaba que en los subterráneos del restaurante donde era jefa de cocina había almacenada comida para casos de emergencia, que periódicamente era repuesta! O que nunca entendimos aquel lema de una de las campañas de defensa civil: Nista ne sme nas iznenaditi! – ¡Nada nos debe tomar por sorpresa!
¡Estos yugoslavos siguen con el cuento de la Segunda Guerra Mundial! era nuestro comentario. ¡Cuán engañados estábamos, nosotros que por “convicción y doctrina” lo sabemos todo! Si bien es cierto que dentro de la doctrina de autodefensa yugoslava gran parte de esas actividades estaban relacionadas con la prevención ante una posible guerra, no es menos cierto que la experiencia de esos ejercicios fueron muchas veces utilizados en los casos de fuertes sismos que sufrieron, como el de Skoplje, capital de Macedonia.
Tal vez como nota adicional, y para terminar con esta parte de este comentario, recordar que Serbia fue bombardeada diariamente durante tres meses en 1999 y estuvo aislada y embargada durante un período muy superior. Pero nunca faltó ni la comida ni los medicamentos. Menos se le ocurrió a alguien apropiarse de algo por su cuenta (no diría que no era necesario, pero lo vital estaba asegurado… ¡y para todos!)
La verdad es que los dolorosos días que siguieron al terremoto del 27 de febrero hicieron que un poco olvidase este episodio hogareño, pero el domingo pasado sucedió otro asunto que nuevamente me hizo recordar el terremoto y algunas de sus consecuencias.
El sábado 27 de marzo viajé de Maputo a Nelspruit, la ciudad sudafricana donde estudia mi hijo, la misma ciudad donde Chile jugará su primer encuentro contra Honduras en el Mundial de Fútbol 2010. Mi hijo me dice que al día siguiente está anunciado un corte de luz por todo el día porque la empresa de electricidad procederá a hacer las conexiones para el nuevo estadio recién construido para este magno evento deportivo.
El domingo fue un día lluvioso y sin energía eléctrica desde las 5 de la mañana, la verdad que lo consideré un día perdido. Pensé que ni siquiera podría llevarme para Maputo las habituales provisiones de comida, ya que –en mi aún chilena forma de pensar, aunque ya vivo 34 años en el extranjero- consideraba que todo iba a estar cerrado.
A las 3 de la tarde mi hijo me lleva hasta el lugar de donde parte el minibús para Maputo, que se encuentra justamente en las inmediaciones de un centro comercial. Para mi gran sorpresa, los dos supermercados existentes allí estaban trabajando full time, no sólo con luces de emergencia. No, con todos sus refrigeradores, iluminación como en cualquier día, las cajas admitiendo tarjetas de crédito y de débito. Lo único que me molestaba era el ruido que llegaba desde la parte posterior de los mismos: eran los equipos de generadores que abastecían de energía eléctrica a cada uno de los supermercados y los dos restaurantes en sus cercanías.
Colgando del techo del supermercado principal estaban las 32 banderas de los países que intervendrán en el Mundial de Fútbol. ¡Qué emoción ver a la tricolor entre ellas! Realmente fue una mezcla de emoción y desgarro lo que sentí en ese momento. Por mi mente pasaron rápidamente lo que les comenté en los párrafos anteriores. Llamé a mi hijo que se había quedado en el auto y le dije: ¡Alek, saca unas fotografías del supermercado con las banderas, esto lo tengo que contar y mostrar a mis coterráneos!
Marco Antonio Barticevic Sapunar, Nelspruit, 2 de abril de 2010.