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27 de junio de 2014

TOMEN, PERO NO SE MATEN

Media hora antes del comienzo de los partidos, los pasillos de los estadios del Mundial gozan de tanta animación como cualquier bar brasileño. Resulta difícil avanzar entre semejante nube de aficionados en busca de una cerveza. Y más complicado aún […]

Media hora antes del comienzo de los partidos, los pasillos de los estadios del Mundial gozan de tanta animación como cualquier bar brasileño. Resulta difícil avanzar entre semejante nube de aficionados en busca de una cerveza. Y más complicado aún esquivar las filas de hinchas que impiden el paso. Su sed, mezclada con el entusiasmo, supone un estupendo negocio para la FIFA, que según estadísticas oficiales, tiene montado un ‘chiringuito’ en Maracaná por cada 110 espectadores.
El máximo organismo del fútbol mundial prohíbe con contundencia la popularísima ‘caipirinha’ en el torneo, aunque monopoliza la venta de dos cervezas: Budweiser, uno de sus patrocinadores principales desde 1986, y Brahma, la marca más popular en este país. Para poder expenderlas sin problemas, la presidenta Dilma Rouseff hubo de derogar a finales de 2012 una norma que prohibía expresamente la venta de alcohol en los estadios de Brasil. La conocida ‘ley Budweiser’.
«Quizá parezca un poco arrogante, pero no vamos a negociar en esto. Tenemos derecho a ofrecer cerveza», dijo entonces Jerome Valcke, secretario General de la FIFA. Así que Rouseff sometió el asunto a una votación en el Congreso y finalmente lo elevó a rango de ley. Hace cuatro años, las ventas de alcohol en el Mundial de Sudáfrica alcanzaron los 750.000 litros.
Hoy, en Maracaná hay que pagar 13 reales por medio litro de Budweiser y 10 por una Brahma. Son precios altos incluso para el carioca pudiente, acostumbrado a la mitad por un chopp de barril en cualquier pub de gente guapa. Sin embargo, a los hinchas viajeros les estorban los billetes en los bolsillos. Tanto, que muchos se sobrepasan con el trago y generan graves problemas de seguridad.
La FIFA no quiere oír hablar de Ley Seca, porque ésta supondría un palo económico en toda regla. De momento, hasta nueva orden, la estrategia del presidente Joseph Blatter redoblará esfuerzos en Rusia y Qatar, organizadores de las dos próximas Copas del Mundo. Ambos países cuentan con un blindaje contra la venta de alcohol en los estadios. Será difícil, pero no imposible. Al parecer, lo único importante para la FIFA es que la gente beba, pero no se mate.