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6 de octubre de 2023

UN SER HUMANO PELIGROSO

Con esa frase termina la reciente carta que el Papa Francisco ha dirigido a todas las personas de buena voluntad acerca de la crisis planetaria del cambio climático: “un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte […]

Con esa frase termina la reciente carta que el Papa Francisco ha dirigido a todas las personas de buena voluntad acerca de la crisis planetaria del cambio climático: “un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo”; es decir, que busca establecerse como absoluto con sus criterios puramente humanos.

La carta lleva como título “Laudate Deum” (= Alaben a Dios), y es un texto breve, que llama las cosas por su nombre en un lenguaje claro y directo, dando nombre a los responsables de esta grave crisis de nuestra sufrida Casa Común, y pidiendo cambios reales y prontos. Quienes quieran conocer esta carta de Papa pueden buscarla en internet, donde está disponible para su lectura.

Ciertamente, esta carta de Francisco va a molestar a más de alguno, porque el Papa no habla en abstracto al referirse a este problema global que está relacionado con la dignidad de la vida humana, pues -como dice- “nuestro cuidado mutuo y nuestro cuidado de la tierra están íntimamente relacionados”.

Esta carta la escribe ocho después de la exhortación sobre el cuidado de la Casa Común, llamada “Laudato Si” (= Alabado seas) porque, señala: “con el tiempo veo que no hay reacciones suficientes, mientras el mundo que nos acoge se está desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”.

La crisis del cambio climático es una realidad que muchos pretender negar, esconder, disimular o relativizar, pero los fenómenos climáticos que vivimos y las consecuencias que sufrimos -sobre todo los más pobres- son una evidencia irrefutable. Por eso, dice el Papa: “terminemos de una vez con las burlas irresponsables que presentan este tema como algo sólo ambiental, ‘verde’, romántico, frecuentemente ridiculizado por los intereses económicos”.

Ahí es donde Francisco pone el dedo en la llaga, en la denuncia de que la crisis climática “no es un asunto que interese a los grandes poderes económicos, preocupados por el mayor rédito posible con el menor costo y en el tiempo más corto que se pueda”, y denuncia que “esa lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad (…) a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos”. Así, el Papa denuncia que “la decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos”.

La denuncia de los intereses económicos que han provocado la crisis del cambio climático va acompañada de la denuncia del paradigma tecnocrático como “la ideología que subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad humana es un mero recurso a su servicio”. Es la ilusión del progreso infinito, en la cual los problemas creados por el uso irresponsable de las tecnologías, se solucionarían -simplemente- con más tecnología, en lugar de buscar y promover el desarrollo de otro paradigma de relación armónica con la naturaleza, de la cual formamos parte. Dice Francisco: “Suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas es un pragmatismo homicida”, porque en la lógica del paradigma tecnocrático podemos llegar, como dice citando la ironía del filósofo ruso del siglo XIX, Vladimir Soloviev, “a un siglo tan avanzado que sea también el último”.

Ante el drama planetario del cambio climático, el Papa Francisco pide a los gobiernos e instancias internacionales hacer cambios que sean reales y prontos, y que los acuerdos de la próxima Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático, a realizarse en diciembre, establezcan mecanismos de control y sanciones de los incumplimientos, ante las posiciones de los países que privilegian sus propios intereses sobre el bien común global.

Pero, esto no es sólo un asunto de gobiernos y organismos internacionales, sino que, también, es muy importante lo que todos podemos hacer, porque “necesitamos superar la lógica de aparecer como seres sensibles y, al mismo tiempo, no tener la valentía de producir cambios sustanciales” en nuestro estilo de vida y consumo, en nuestro esfuerzo cotidiano por contaminar menos e ir creando una nueva cultura de relación con la vida en nuestra Casa Común.

Si no acudimos a nuestra mejores energías y motivaciones espirituales en lugar de alabar a Dios en nuestra Casa Común, ciertamente ocurre que “un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo”.