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16 de junio de 2023

VOLVER AL PADRE

Me impresionó escuchar, hace unos días, el relato de una mujer que acababa de someterse a un proceso de inseminación artificial, de donante anónimo, para tener un hijo que fuera sólo de ella, sin un padre que tuviera que ver […]

Me impresionó escuchar, hace unos días, el relato de una mujer que acababa de someterse a un proceso de inseminación artificial, de donante anónimo, para tener un hijo que fuera sólo de ella, sin un padre que tuviera que ver con ese hijo. Un hijo que ella “programó” eligiendo las características del varón de quien provenían los espermatozoides, e incluso eligiendo el sexo del hijo. Son cosas que en la actualidad hacen posible los artificios tecnológicos de la procreación.

Ciertamente, cada persona es libre de tomar las decisiones que le parecen mejores para ir dándole forma a su vida, pero eso no impide que se pueda reflexionar acerca de los presupuestos antropológicos de estas manipulaciones procreativas. Me impacta la explícita voluntad de excluir a un padre en la vida de ese hijo, y la egoísta consideración de tener un hijo como propiedad personal que venga a satisfacer las necesidades afectivas de quien lo posee.

La celebración del Día del Padre, más allá del bullicio de las ofertas de regalos para los papás, nos pone ante una nostalgia silenciosa de nuestra sociedad, aunque las apariencias digan lo contrario. Es, precisamente, la nostalgia del padre, la nostalgia de la figura de aquel que, con alegría y responsabilidad, asume la paternidad como uno de los mayores dones y riquezas de su vida, y sabe transmitirla a sus hijos.

Es la nostalgia por esos hombres que viven una paternidad gozosa, sencilla, firme y bondadosa, con la que educan a sus hijos y los acompañan en su desarrollo. Son esos papás tiernos y recios, alegres y laboriosos, cuyo valor principal es la familia, los hijos y, desde luego, la mujer con quien se acompañan mutuamente, ¡porque no hay padre sin madre! Es la nostalgia presente en el hecho de que más de un tercio de los hogares del país tienen a una mujer sola como jefa de hogar, y habría que agregar todas esas familias en las que el padre está físicamente presente, pero emocionalmente ausente.

En esta crisis de la cultura parental hay, también, otras formas de rechazar al padre. Por cierto, está el “asesinato del padre primordial”, descrito por Freud en “Totem y tabú”, donde piensa haber descubierto uno de los eventos más importantes de la cultura, el cual se repite metafóricamente en el camino hacia la madurez y libertad como el impulso de enfrentar a quien pensamos que nos controla y domina, y nos impide ser dueños de nuestra vida y destino. Es un camino que, la mayoría de las veces, termina en el reencuentro sereno y gozoso de la mutua acogida y en el cariño entrañable hacia “mi viejo”, porque nadie descubre su propia identidad sin volver al padre.

En la fe cristiana, acogemos en el Señor Jesús la revelación de Dios como Padre y Madre, que nos ama y acoge siempre, y en quien podemos confiarnos sin reservas. Carlo María Martini (ϯ 2012), obispo de Milán y uno de los más grandes estudiosos de la Biblia en nuestro tiempo, dice que “el modo más común -y el más escondido en el inconsciente- de rechazar al Padre es rechazar la muerte, […] pues vivir es también convivir con la idea de que todo, tarde o temprano, terminará […]. La vida sólo tiene sentido cuando es vista como un gran retorno hacia el Padre. ¡Vamos hacia el Padre! […] Cuando nos sentimos solos, cuando nadie parece querernos o estamos desilusionados de nosotros mismos, cuando la perspectiva de la muerte o una pérdida grave nos espanta y nos arroja a la depresión, desde lo profundo del corazón emerge el presentimiento y la nostalgia de Otro que nos puede acoger y hacernos sentir amados, más allá de todo y no obstante todo.”

Así, sigue diciendo Martini, “este reflejo de un Padre-Madre capaz de amarnos sin reservas ha sido vivido por muchos de nosotros en experiencias felices de relaciones paternas. Y aún, quien ha tenido sólo una parte de estas experiencias, o quien ha tenido sobre todo experiencias negativas, tiene en el corazón, quizás todavía más fuertemente, la nostalgia del totalmente Otro a quien abandonarse”.

Este domingo, el Día del Padre es una buena ocasión, más aún en medio de la crisis cultural de la figura paterna, para celebrar a los papás que están presentes y son cercanos a sus hijos; esos hombres que viven una paternidad nítida y gozosa, sencilla, firme y bondadosa, con la que educan a sus hijos y los acompañan en su desarrollo, dándoles las seguridades, valores y herramientas necesarias para la vida. Esos papás, con todas sus luces y sombras de la condición humana, son un reflejo del Dios Padre-Madre que a todos espera y acoge.