28 de junio de 2011
¿Se imagina cómo sería practicar sexo si usted y su pareja tuvieran toda la espalda cubierta de pinchos? ¿Ya lo ha pensado? Pues así se las tienen que apañar los erizos, esos pequeños mamíferos.
Deben esforzarse antes de conseguir que la hembra sucumba a sus encantos. «Las persiguen y les meten el hocico por debajo del cuerpo. Ellas nunca están receptivas al principio, se resisten y pueden llegar a atacar al macho. A veces tardan cinco minutos en conseguir que estén dispuestas y otras, horas», explica Laura Alba, responsable de la asociación EriSOS. Puede que a muchos esta descripción les recuerde a algunas modalidades de cortejo humano. Pero la cópula es un poco más peligrosa.
Cuando la hembra finalmente consiente aplana las púas para que el macho la monte. «Si los erizos están relajados son como pelos gruesos, sólo cuando se enfadan, tensan el nervio y es entonces pinchan», aclara Alba. Aunque se muestren colaboradoras, los machos muchas veces deben morder las púas del lomo de la hembra para poder agarrarse bien y, en ocasiones, «se hacen un poco de daño en las patitas». Aparatoso pero no muy distinto a la forma en la practican sexo el resto de mamíferos, como muestra este vídeo de YouTube. «La gente espera que hagan posturas rarísimas para no pincharse y se llevan una decepción», ríe la experta.
Al terminar la cópula, cada uno se va por su lado y si te he visto no me acuerdo. La familia eriza es monoparental, como tantas humanas, según explican en la web especializada Erizos de Tierra.
Las hembras salvajes tiene una ovulación inducida por la presencia del macho. Las domésticas tienen celo semanas alternas. Se supone que empiezan a ser fértiles a partir de los seis meses, pero Alba advierte que aquellos ejemplares que viven libres en la naturaleza nunca se aparean antes de cumplir un año. «Cuando son mascotas, a veces los juntan antes y entonces pueden correr riesgos porque su cuerpo no está bien preparado». Tampoco suelen hacerlo superado el año y medio, y eso que su vida «si sobreviven a las carreteras, pesticidas, depredadores y humanos» puede alargarse hasta ocho.
La gestación dura 35 días y el número de crías oscila entre una y siete. Para no herir a la madre en el parto, nacen con la espalda cubierta «de una especie de ampolla, cuyo líquido se absorbe enseguida». A las dos horas ya empiezan a despuntar los primeros 100 pinchitos. A las 36 horas estos se vuelven más oscuros y duros, y a los 11 días las crías ya son capaces de enrollarse en una bola. A los 14, abren los ojos.
Las mayoría de las ‘erizas’ solo tienen una camada por año, en abril o mayo. «Pero si han tenido un parto muy temprano o han perdido a las crías, pueden repetir una segunda, en agosto o septiembre. En este caso, las probabilidades de supervivencia son muy pocas, porque cuando llega el frío son demasiado pequeñas para invernar».
Las crías suelen mamar de la misma teta. Siempre hay una o dos que son claramente más grandes que las demás: son las matonas de la clase, las que han tenido la suerte de engancharse a la que más leche da, y, por lo tanto, tienes más posibilidades de sobrevivir.
A las seis semanas dejan la lactancia y se emancipan. A veces lo hacen de dos en dos o de tres en tres porque tienen que aprenderlo todo por sí mismas, no hay progenitor al que imitar. Y, claro, cometen los errores propios de la adolescencia y su inconsciencia. «Es entonces cuando es más fácil verlas. Todavía no han aprendido lo que es peligroso o lo que les conviene, y terminan en mitad de una carretera o en un jardín comiéndose el pienso del perro». Su dieta está compuesta principalmente por insectos, pero no le hacen ascos a los huevos de aves, «pequeños pollitos y ratones» y, si el hambre aprieta, a frutas, verduras e incluso carroña.
(Por Carmen Mañana, publicado en elpais.com)
Positivo Balance de las autoridades del agro
Positivo Balance de las autoridades del agro