15 de agosto de 2012
El sueño de ser chef y preservar parte de su cultura a través de la gastronomía, pronto se hará realidad para Elizabeth Alessandri, nieta de Fresia Alessandri, la última kawésqar que habitó la región; gracias al apoyo económico de la Asociación de Productores de Salmón y Trucha de Magallanes A.G. (APSTM).
Este significativo aporte comprende dos etapas: la nivelación de estudios de enseñanza media en La Araucana, donde actualmente cursa cuarto medio y es la alumna más destacada de su promoción; y a partir del próximo año, la carrera de Gastronomía Internacional en Inacap.
La iniciativa del gremio salmonero surge hace dos años, luego de conocer la conmovedora historia de vida de Elizabeth, una mujer de 37 años que desde pequeña ha tenido que tomar las riendas de su hogar y compatibilizar sus actividades con el difícil rol de madre. Cuando tenía 16 años decidió abandonar sus estudios medios y se casó con Emilio Calisto, un vecino con quien lleva 20 años de matrimonio y tiene cuatro hijos: Estephanie (18), Constanza (10) y los mellizos Lucas y Yazmín (3).
Como asociación nos sentimos orgullosos de poder ayudar a Elizabeth, ya que su historia de vida está marcada por el sacrificio y el esfuerzo diario por sacar adelante a su familia, expresa el gerente de la asociación gremial, Manuel González Araya, señalando que es una gran representante del pueblo kawésqar y de todas las mujeres con espíritu de superación.
Ella no oculta su emoción: Nunca imaginé que iba a tener esta oportunidad, estoy muy feliz y agradecida de la asociación porque éste es uno de mis grandes sueños, confiesa, añadiendo: Desde niña mi papá me enseñó a cocinar, a los 9 años iba al supermercado, compraba mis cosas y hacía la comida. Siempre me ha gustado, es mi pasión.
Orgullosa de su etnia
Fresia Alessandri fue la última kawésqar que habitó Magallanes, en el sector de Seno Skyring. Según cuenta su nieta, falleció producto de un resfrío mal cuidado a los 108 años, aunque no sabe con exactitud cuál era su edad. Si bien le tenía enorme cariño y admiración, no la visitaba muy a menudo, ya que se hacía complejo llegar hasta donde vivía. A mi abuela le gustaba andar en su canoa y nadar por todas partes, incluso cuando había temporal, recuerda Elizabeth.
Era su abuela quien viajaba esporádicamente a la ciudad en busca de víveres y controles de salud. Cuando llegaba a la casa hablaba puro kawésqar, nunca dejó su lengua, nosotros con señales le entendíamos, relata, agregando que también le maravillaba su inmensa conexión con la naturaleza.
El arrojo, carácter y energía, los heredó de sus antepasados. La sangre es fuerte y yo me siento muy orgullosa de mi pueblo, afirma, señalando que esta posibilidad que le ha dado la asociación de perfeccionar su talento culinario, la tomará como una oportunidad para preservar parte de su cultura.
Quiero postular a proyectos para obtener maquinaria y después instalar un restaurante de comida tradicional y étnica, asegura, soñando con poder construir un espacio en homenaje a la etnia kawésqar. Me gustaría que mi local tuviera una sector de museo, donde poder contar la historia y exhibir fotos de mi abuela, para que toda la comunidad la conozca, manifiesta.
Positivo Balance de las autoridades del agro
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