18 de septiembre de 2025
EN TE DEUM OBISPO OSCAR BLANCO EN SU HOMILÍA ORÓ POR LA PATRIA
Contó con la presencia de autoridades regionales.

Te Deum. 18 de septiembre 2025
Homilía: +Oscar Blanco Martinez omd
1Cor. 13,1-8. / Salmo 33 “nuestra esperanza”. / Ev. Jn.14,23-29.
Agradezco profundamente su presencia en esta solemne liturgia en la que oramos por nuestra patria y damos gracias a Dios por sus innumerables dones a lo largo de los 215 años de historia.
Un saludo cordial a las autoridades políticas de la Región y de la ciudad; a los representantes de los distintos organismos del Estado; a las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad Pública; al Cuerpo Consular; a las organizaciones de la sociedad civil; a las comunidades educativas; a los músicos; a mis hermanos pastores de las Iglesias, evangélicas, bautista, metodista y luterana, sacerdotes, diáconos y fieles aquí presentes, y también a quienes nos acompañan a través de los medios de comunicación. A todos y todas: ¡felices Fiestas Patrias!
A ti, Dios eterno, elevamos hoy nuestra alabanza y gratitud por los hombres y mujeres que han construido y siguen construyendo esta patria nuestra. Tú, Señor, eres nuestro origen y nuestra meta. Ven Espíritu Santo y enséñanos a orar, sin tu calor y tu fuerza nuestra liturgia se convierte en rutina, nuestro culto en rito legalista y nuestra plegaria en palabrería. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer, amar y esperar. Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio y solidario. Ven Señor y dador de Vida, pon en nuestras autoridades fuerza, sabiduría, esperanza y santo temor de Dios.
Este mensaje quiere ser una invitación a la reflexión, a la luz de la Palabra de Dios, convencidos de que la unidad, la paz y la esperanza son el mejor camino para Chile.
Hemos escuchado el himno de la caridad que San Pablo dirige a la comunidad de los Corintios y que constituye una de las páginas más hermosas y exigentes para el testimonio cristiano. San Pablo nos afirma que el amor a diferencia de la fe y la esperanza “no pasará jamás”. Es decir: El amor de Dios no terminará nunca, ni con nuestra vida, ni con la historia del mundo. “Es un amor paciente, servicial, no es envidioso ni orgullosos, todo lo espera y todo lo soporta”. (1 Co 13,1-8). Este himno, escrito hace casi dos mil años, es hoy más necesario que nunca para caminar juntos hacia un país mejor
Chile es nuestra casa común. Aquí cabemos todos: los nacidos en esta tierra y quienes han llegado buscando un futuro; los que piensan distinto y los que comparten ideales; los que viven en la injusta pobreza y los que tienen más oportunidades; quienes gobiernan y quienes son gobernados. Todos cabemos en esta casa, y nuestra vocación es aprender a reconocernos y amarnos como hermanos.
El amor del que nos habla el Apóstol, no es algo abstracto, algo vago, al contrario, es un amor que Implica “aprender a acercarse, escucharse, mirarse, comprenderse y buscar puntos de encuentro. Todo ello se resume en un verbo esencial: dialogar” (P.Francisco. 2020.F.T. N°198).
Un país crece cuando sus fuerzas diversas son capaces de dialogar de manera constructiva. Sean quienes sean los que gobiernan o los candidatos que aspiran a gobernar. Chile necesita acuerdos amplios entre todos los sectores políticos y sociales. La falta de diálogo es señal de que no se busca el bien común, sino ventajas de poder o imposiciones ideológicas.
El apóstol Pablo nos ofrece “un camino mucho mejor”: la unidad en el amor. Porque sin amor —nos dice— incluso nuestras instituciones, leyes, familias y celebraciones se vacían de sentido y se vuelven como “platillos discordantes”. Sin la unidad en el amor, nuestro progreso no nos conduce hacia una vida más digna, nuestra lucha por acoger la vida termina sembrando muerte. “Sin amor no podremos ayudar a afrontar el dolor y la agonía de un modo más humano” “El amor ayuda a confronta el dolor y que ninguna lagrima de los que sufren y de quienes acompañan se le escape a Dios”. (Benedicto XVI) El amor, es la luz y verdad que da belleza y sentido a la vida de cada hombre y de cada mujer. Sin amor seguimos divididos y separados entre norte y sur, izquierda y derecha, oficialismo y oposición. El amor nos enseña a cuidar la patria que hemos recibido como una casa común, Quien ama de verdad no busca su propio interés, sino disculpa y perdona el mal recibido. El que ama es un verdadero compatriota.
Nuestra independencia fue conquistada con coraje, pero también dejó heridas. Hoy, 215 años después, estamos llamados a sanarlas con la paz. El profeta Isaías nos recuerda: “La obra de la justicia será la paz” (Is 32,17). Y el Evangelio nos enseña que la plenitud de la justicia está en amar al prójimo como a uno mismo (Mt 22,39).
Jesús, antes de volver al Padre, nos dejó un don inmenso: “La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo” (Jn 14,27). Hoy nos preguntamos: ¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué volvemos una y otra vez a la agresión mutua? ¿a la violencia? ¿al mal trato? Hay una respuesta elemental y muy sencilla, que no siempre la tomamos en serio: sólo los hombres y mujeres que poseen paz, pueden ofrecerla a otra persona y a la sociedad. Cualquiera no puede sembrar paz. Con el corazón lleno de resentimiento, venganza e intolerancia, no se puede aportar verdadera paz a la convivencia. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima de amistad y de entendimiento.
El Papa León nos recuerda que “la paz comienza en cada uno de nosotros: en la manera de mirar al otro, de escucharlo, de hablar de él. Necesitamos decir “no” a la guerra de palabras e imágenes, “no” al odio, a la violencia y al desprecio. La paz -nos dice- no se funda en el miedo ni en las armas, sino en la confianza mutua, en sanar heridas y sembrar esperanza”.
Cada uno está llamado a ser instrumento de paz: donde haya odio, poner amor; donde haya división, sembrar unión. Toda violencia, de palabras o de hechos, daña el tejido social. Hoy necesitamos más diálogo, más cultura del encuentro y menos odio y discriminación. “La democracia no es sólo un sistema político: es una forma de convivencia que permite resolver nuestras diferencias en paz. respetando la dignidad de cada persona”.
En Chile necesitamos paz en las calles y en los hogares; paz dentro y fuera de los colegios, paz en los recintos deportivos y en el debate público. Paz en las redes sociales y en nuestras instituciones. Necesitamos paz entre el estado y el pueblo mapuche. Pero, sobre todo, paz en el corazón de los chilenos: “Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9). Dichoso el país en el que sus ciudadanos siembran semillas de paz en lo cotidiano: en el saludo, en la amistad, en el trabajo, en la política, en el arte y el deporte.
4.
Chile anclado en la esperanza
A pesar de las dificultades, en Chile hay motivos de esperanza. Nos llenan de alegría tantos hombres y mujeres que, día a día, hacen patria en pueblos extremos, en hospitales, en escuelas, comercios, oficinas, servicios públicos y tareas muchas veces silenciosas. Los voluntarios, el personal de limpieza de los lugares públicos, los que cuidan la creación y el medio ambiente, ellos y muchos otros son los que hacen patria y crean ambientes sanos y seguros. Dios nos permita seguir haciendo el bien y sembrando la semilla del reino de Dios en nuestra tierra, reino de paz, unidad y esperanza.
Sin embargo, no podemos ignorar la realidad. Vivimos tiempos de complejidad política y social. En Chile hay muchos compatriotas que no lo están pasando bien, al menos así lo percibe gran parte de la ciudadanía. El Informe de Desarrollo Humano en Chile 2024 del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile) revela que el 86% de los chilenos percibe que el país ha empeorado en los últimos años, y apenas un 11% que ha mejorado. Se suma el envejecimiento acelerado de la población, la baja histórica en la natalidad y la corrupción que ha alcanzado a distintas instituciones, dañando la confianza pública y golpeando con más fuerza a los más pobres.
Es verdad que los chilenos, tendemos a ser pesimistas, pero los datos del estudio citado revelan un aumento de emociones negativas: preocupación, miedo y decepción, mientras disminuyen la esperanza y el sano orgullo. Esto puede ser injusto para quienes se entregan con honestidad al servicio público, pero vemos que la polarización en la política debilita la democracia y dificulta el discernimiento ciudadano. “La política debe ser un servicio noble, no un campo de batalla”.
Queridos hermanos y hermanas, no podemos quedarnos en la queja ni en la indiferencia. Hoy hacemos un llamado a la unidad, a la paz y a trabajar con esperanza en un proyecto de país construido entre todos. Recordemos las palabras que nos dejos San Juan Pablo II en su visita a nuestro país: “Chile tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento” (San Juan Pablo II. 1987)
Termino este mensaje recordando el pensamiento de una voz que nos ha inspirado como nación. Nuestra Gabriela Mistral, a 80 años de recibir el Premio Nobel, nos dejó una advertencia que sigue vigente: “Menos cóndor y más huemul” (El Mercurio, 11 de julio de 1925). Es decir: menos violencia y orgullo desmedido, y más ternura, sencillez y cuidado de los pequeños y vulnerables. Ese es el camino de la esperanza y un llamado a la unidad y a la paz desde la humildad, desde la responsabilidad y delicadeza que protege y no desde la fuerza desmedida que hace tanto daño.
5. Oración final
Que el Señor de la historia nos ayude a mirar el futuro con confianza, a reconocer nuestros desafíos sin ingenuidad, pero también a creer que juntos podemos superarlos.
Que nunca falte en Chile la fe que une, la paz que sana y la esperanza que abre caminos.
Que la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, nos acompañe siempre en este camino mucho mejor para nuestra patria.


Se revisaron causas por vehículos incautados y se acordó continuar con el trabajo conjunto para aplicar sanciones ejemplares.
Se revisaron causas por vehículos incautados y se acordó continuar con el trabajo conjunto para aplicar sanciones ejemplares.


