14 de febrero de 2019
Hoy día, 14 de febrero, muchas personas celebran el Día de los Enamorados, y esta celebración se asocia al recuerdo en el calendario católico de san Valentín. Muchas personas no saben cuál es la relación que hay entre san Valentín y el Día de los Enamorados.
Valentín fue un sacerdote católico que vivía en Roma en el siglo III. En esa época, el emperador romano llamado Claudio II prohibió el matrimonio a los jóvenes, pues pensaba que serían mejores soldados si estaban libres de vínculos matrimoniales y, por tanto, liberados de cualquier deber hacia su esposa e hijos. Valentín enseñaba, siguiendo al Señor Jesús, que el matrimonio era uno de los aspectos importantes del plan de Dios para las personas, pues es uno de los principales caminos para vivir el regalo del amor. Entonces, Valentín convertía a muchos de ellos a la fe cristiana y bendecía la celebración del sacramento del matrimonio de esos jóvenes. Después de un tiempo, Valentín fue descubierto y fue condenado a muerte por actuar en contra del decreto del emperador. Valentín fue martirizado en el año 273 y su recuerdo en la Iglesia fue el de un testigo del Señor Jesús que dio su vida por defender el regalo del amor, la dignidad del matrimonio y por ayudar a quienes querían vivir el amor y formar una familia.
Hasta ahí es lo que se puede afirmar con alguna base histórica. El pasar del tiempo fue acompañando esta historia de san Valentín con diversas leyendas que no tienen fundamento histórico.
Estamos ante la celebración de una de las experiencias que marcan más hondamente la vida de toda persona, como es la de amar y ser amado, y experimentar allí una alegría que llena de sentido todas las dimensiones de la vida. Es la alegría del amor, la cual tiene en la familia una de sus manifestaciones más concretas y universales.
Hace un tiempo, en el año 2016, el Papa Francisco publicó una hermosa carta titulada “La alegría del amor”, que si bien es un texto dirigido, en primer lugar, a las familias cristianas para “que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia”, también está abierta a todos y, como dice el Papa, “se ofrece a todas las personas sin excepción”.
En el texto, la realidad de la familia emerge en toda su belleza y complejidad, no como “un estereotipo de la familia ideal” sino como un “mosaico formado por tantas realidades diferentes”, el cual es uno de los mayores tesoros que tiene el ser humano, y -como todos los tesoros- ha de ser admirado, cuidado y ofrecido en toda la variedad de expresiones que tiene en nuestro mundo: “la presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos … si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz”.
En medio de los gozos y crisis que atraviesa la vida familiar y matrimonial, es claro que -dice el Papa Francisco- “los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar”.
El regalo del amor siempre es un regalo que llena de alegría el corazón humano, es el regalo de la propia vida que se ofrece como un don a otros, por eso es un regalo que brota de la libertad, es un regalo que se hace fecundo en los frutos del amor -y principalmente, en los hijos-. El amor es un regalo que nos acompaña toda la vida, desde que nacemos y hasta el final. Nada es más humano que el amor, porque a todos nos humaniza, y -por lo mismo- siempre nos pone en relación con Dios, pues “Dios es Amor”.
14 de febrero de 2019
Fuera de que los tiempos que toman los permisos para proyectos de hidrógeno verde constituyen una gran preocupación, dada la urgencia de la descarbonización, el presidente de la asociación gremial tiene confianza en el Estado para sacar adelante los megaproyectos.
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