14 de marzo de 2019
Hace casi una semana, el pasado viernes 8 de marzo, se conmemoró en el mundo entero el Día Internacional de la Mujer, instituido en 1910 en recuerdo de un grupo de trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York que -en 1896- sufrieron una violenta y trágica represión en una huelga, al pedir una jornada laboral de ocho horas y un salario y trato igualitario al de sus compañeros de trabajo varones.
Aquí no estamos ante uno de esos «días» inventados por la máquina publicitaria con el fin de incentivar el consumo a través de inútiles regalos. Estamos ante una conmemoración que hace patente la injusta discriminación que afecta a las mujeres, al tiempo que es una fecha que recuerda toda una historia de luchas -aún no acabada- de las propias mujeres por su dignidad y derechos.
Actualmente, muchos hombres y mujeres se relacionan en forma igualitaria, en un creciente proceso de cambio de las relaciones de poder entre sexos; pero, este proceso aún no afecta en modo significativo el modelo dominante del machismo abierto o sutil de muchos varones y el sometimiento asumido por muchas mujeres, de manera que se sigue reproduciendo y reforzando una cultura patriarcal y machista en todos los niveles de la sociedad y sus instituciones.
No se olvide usted que, en Chile, las mujeres obtuvieron el derecho a voto recién en 1949; tampoco se olvide que aún no están superadas todas las leyes que discriminan a la mujer, no se olvide de cómo opera hoy la discriminación laboral y económica de la mujer, no se olvide de la frecuente respuesta subvalorada de muchas dueñas de casa que -como no realizan un trabajo remunerado fuera del hogar- dicen «yo no trabajo», no se olvide de las situaciones de violencia sicológica y física que sufren muchas mujeres a causa de maridos o parejas que se sienten «machos»; no se olvide del drama que debe cargar la mujer cuyo esposo es alcohólico o que ha hecho de la infidelidad un engaño habitual, porque se siente «bien hombre» y no recibe sanción social. No se olvide que muchas mujeres de sectores adinerados también renuncian a su dignidad, cuando los maridos mantienen a esposas casi ociosas que no ejercen un trabajo y tampoco hacen labores domésticas, tareas que están a cargo de una o más asesoras del hogar.
Podríamos hacer una larga lista de situaciones que no hay que olvidar para que las podamos cambiar. Con el modelo de la dominación masculina y subordinación de la mujer, todos -hombres y mujeres- perdemos mucho. Nos perdemos la posibilidad de relaciones igualitarias y libres, relaciones de mutua colaboración y complementación, que son las únicas que hacen más plenos a los seres humanos. Por cierto, también en la Iglesia nos perdemos mucho del don de Dios cuando vivimos como una institución con rasgos patriarcales y machistas, que excluye a la mujer de la toma de las decisiones que tocan la vida y misión de la comunidad creyente, así como de las tareas de conducción de la vida de la comunidad eclesial.
Tampoco olvidemos que en el lenguaje de los relatos bíblicos de la creación, la mujer es la mitad de Dios: «Creó Dios al ser humano a su imagen y semejanza, varón y mujer los creó», dice el texto bíblico. Es decir, la imagen de Dios está en la complementación de ambos sexos, creados en igual dignidad y derechos, y esto excluye toda forma de dominación y discriminación. Entonces, en lenguaje cristiano, el machismo es un pecado que atenta contra el plan de Dios que creó a hombres y mujeres en igual dignidad y derechos, pues una mujer es la mitad femenina de Dios en nuestro mundo.
Vaya un saludo afectuoso y agradecido a todas las mujeres de nuestra región y a todas las personas -mujeres y varones- que se empeñan y luchan en cambiar la actual situación de sometimiento y discriminación de la mujer para vivir en una sociedad más humana para todos.
14 de marzo de 2019
Fuera de que los tiempos que toman los permisos para proyectos de hidrógeno verde constituyen una gran preocupación, dada la urgencia de la descarbonización, el presidente de la asociación gremial tiene confianza en el Estado para sacar adelante los megaproyectos.
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