3 de diciembre de 2020
Ayer, en el tribunal correspondiente, fueron hallados culpables un senador y una diputada de delitos de cohecho y fraude al fisco, luego de una investigación que duró siete años. Se trata de un acontecimiento muy importante para la vida de nuestro país, pues es la conclusión del primer juicio que tiene que ver con el financiamiento ilegal de la política, así como con todas las formas de corrupción que han ensuciado y desprestigiado el necesario buen funcionamiento de la política.
De ninguna manera pretendo hacer leña del árbol caído en la persona de los dos ex parlamentarios que han sido condenados, sino invitar a reflexionar sobre la lacra que significa en nuestro país la cultura de las coimas; es decir, las indignas prácticas de los sinvergüenzas que coimean, y las también indignas prácticas de cualquier tipo de funcionarios sinvergüenzas que se dejan coimear.
Ante el resultado de este juicio surge la pregunta acerca de las demás personas que han incurrido en estas u otras prácticas vinculadas al financiamiento ilegal de la política. ¿Dónde están los demás? Sin duda, faltan muchos y, por la necesaria rehabilitación de la función política para el buen funcionamiento de la democracia, es de esperar que tengan que responder ante la justicia todos los políticos y funcionarios públicos que con sinvergüenzuras, chanchullos y chamullos han ido hundiendo la vida pública en el oscuro pozo de la corrupción.
Las coimas, en todo orden de situaciones, son una impúdica bofetada del poder del dinero, el cual impone su dominio jugando con la debilidad de algunas personas por el dinero fácil y rápido, o anulando la conciencia de otros, o transformando a personas honestas en indignos sinvergüenzas, o destruyendo nobles ideales o asesinando el anhelo que tiene cada persona de saberse digna, honesta y decente.
Todos sabemos que la cultura de las coimas, de la mordida, o del “¿cómo vamos’” es tan antigua como los seres humanos, y ya en la antigüedad, el derecho romano contemplaba severas penas para esta forma de corrupción, así como a sus formas encubiertas de aportes, regalos, colaboraciones, etc. Y sabemos que esta bofetada del dinero que impone sus dominios se extiende a todos los ámbitos de la sociedad.
En el caso de los parlamentarios ayer condenados fue una empresa pesquera que los coimeó para que, en su función de legisladores, favorecieran los intereses de esa empresa; pero también puede ser que una empresa constructora coimee a algún funcionario para obtener un contrato, o que otras empresas intenten coimear a funcionarios para que cierren los ojos ante los problemas medioambientales que genera esa empresa, o puede ser que vendedores de armas coimeen a miembros de las fuerzas armadas, o que apoderados y alumnos intenten coimear a algún profesor, o comerciantes que coimean a funcionarios municipales, o infractores del tránsito que intentan coimear a policías, y un larguísimo etcétera. También a mí ha intentado coimearme algún “buen cristiano” que quería la celebración de algún sacramento cuando no se cumplían las condiciones para ello. En fin, hay de todo…
La cuestión es cómo reaccionamos frente a esta cultura de la corrupción que se va instalando en la sociedad. ¿Acaso nos resignamos ante el hecho de que los indecentes coimeros impongan su dominio en la sociedad y pisoteen los derechos de la gente honesta?, ¿acaso nos resignaremos a ser un país sometido al dominio de los corruptos?
Es inevitable preguntarse por qué hay tan poca fiscalización ante una lacra tan extendida y que va destruyendo la necesaria confiabilidad que hace posible el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones, o… ¿será que también los organismos fiscalizadores están coimeados? También es inevitable que muchos ciudadanos nos preguntemos cuánta preocupación hay en las diversas autoridades educacionales por la formación valórica, o en el sistema público por el fortalecimiento del sentido ético de cualquier tipo de funcionarios.
La condena de ayer a esos dos ex parlamentarios, puede ser el comienzo de un proceso de rehabilitación de la política para el buen funcionamiento de la sociedad y sus instituciones, pero también es un llamado para que cada uno de nosotros ponga su mejor empeño en ser una persona honesta para que vayamos siendo un país de gente decente, y donde los sinvergüenzas reciben una adecuada sanción.
3 de diciembre de 2020
El detenido, de 58 años y con antecedentes penales, quedó apercibido por disposición del Ministerio Público.
El detenido, de 58 años y con antecedentes penales, quedó apercibido por disposición del Ministerio Público.