30 de marzo de 2022
El “Muro de los Deseos”, una manifestación artística recientemente realizada por el colectivo Ojoporno en el Parque San Borja, comuna de Santiago, generó una compleja polémica, al punto de ser abiertamente censurado. El espacio público, al ser tan vivo, dinámico y cambiante, supone que todas y todos los integrantes de la sociedad, puedan no sólo opinar por redes sociales, sino también intervenir, libre y espontáneamente. De ahí que, en este hecho puntual, se haya expresado nuestra sociedad, con toda su necesaria complejidad y diversidad y que lejos de ser negativo, se convierte en un objetivo deseable, pues originó un ansiado debate transversal en torno al arte callejero y cuán edificador puede ser en una sociedad que camina a ser cada día más tolerante y respetuosa de lo que piensa y hace el otro. Es así como persiste una ciudad tangible, depositaria de manifestaciones estéticas físicas y vivas, capaz de recoger las libres expresiones de quienes lo habitan a diario. Y es que el espacio público es de todas y todos, no tiene dueños.
Este caso no es la excepción, pues también es reflejo de emociones, sentimientos e ideas de personas que deciden expresarlas al mundo. Ahora, en toda sociedad, la autocrítica, la conciencia y el respeto son claves a la hora de expresar sentimientos, ideas y propuestas en espacios que son reconocibles por una gran diversidad de personas. De ahí que el arte tiene un potencial rol formativo para la comunidad, el que, teniendo al espacio público como medio, supone una gran responsabilidad de modo de evitar vulnerar derechos y sensibilidades, por muy diversos y plausibles que ellos sean. Ello por cuanto el arte y la cultura urbanas también son instrumentos de inclusión en nuestra sociedad, constituyéndose en agentes de cambio y construcción social de la realidad. Una forma cívica de actuar en iniciativas como ésta sería, por ejemplo y de manera ex ante, invitar a participar, en una suerte de comités con diversidad sociocultural, a conocer, votar libremente por la materialización de ciertas obras de arte antes de ser instaladas en lugares públicos que puedan tener una carga memorial, valórica o identitaria importante. En otras palabras, debieran idealmente estar “todas y todos” representados en la decisión conjunta de validar en primera instancia, un “proyecto” de arte urbano, y luego, una vez aceptado éste de forma representativa, adelantarse al impacto de su eventual ejecución in situ. Lo más importante, sin embargo, es que el arte, en este caso el callejero, nos invite con fuerza y respeto a reflexionar y debatir en torno a nuestros propios procesos de maduración como sociedad.
Alan Fox Igualt
Arquitecto
Académico Universidad Andrés Bello
El alcalde de Punta Arenas lamentó la falta de firmeza frente a la medida argentina y pidió acelerar la conectividad por Chile.
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