29 de noviembre de 2023
Por Paula Viano Santana y Mónica Araus Sieber
Corría el año 2020, y el confinamiento pandémico era pan de cada día. Aún no existían las vacunas, así que sólo contábamos con nuestra inmunidad natural y conductas preventivas para enfrentar el virus SARS-CoV-2. En ese escenario, un grupo de investigadores visitaba más de 2.500 hogares, donde residían las personas reclutadas por el Estudio de variación genética a nivel de genoma completo para la susceptibilidad y la gravedad de COVID-19 en la población chilena. Todas ellas tenían una PCR confirmada, y todas recibían una explicación y un consentimiento informado para firmar, antes de aportar una muestra de su sangre en pos del conocimiento.
En Magallanes se recogieron 518 evidencias, es decir, con apenas el 1% de la población nacional, la región aportó el 20% del material que sirvió para investigar el papel de los factores genéticos de nuestros genomas, en COVID-19. El trabajo estuvo a cargo del Grupo de Genómica Evolutiva y Médica en Magallanes (GEMMa) de la Universidad de Magallanes, que funciona en el Centro Asistencial Docente e Investigación (CADI-UMAG), y dirige la profesora asociada de la Escuela de Medicina, bióloga y genetista, Yolanda Espinosa Parrilla.
La Dra. Espinosa cuenta con amplia trayectoria en genética humana, medicina de precisión e investigaciones de enfermedades prevalentes en Magallanes, y representa a la UMAG en el Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable (CIES), organismo creado por el Consorcio de Universidades Estatales de Chile (CUECH) en 2021, para que sus instituciones generen, en estas materias, investigación colaborativa e interdisciplinaria en red. Además, la académica es parte de un consorcio científico internacional denominado Covid19 Host Genetics Initiative, que incorporó el trabajo chileno en la segunda versión del análisis mundial de susceptibilidad a la infección por SARS-CoV-2 y a la gravedad de COVID-19 tras la infección.
Los resultados se publicaron con acceso abierto en Nature, la revista científica de mayor prestigio mundial además de Science. Junto a la Dra. Espinosa, aparecen como autoras las tecnólogas médicas de GEMMa, Paula Zúñiga Pacheco y Daniela Zapata Contreras. Es la primera vez que una investigación biomédica de la Universidad de Magallanes, se difunde en una revista de tan alto nivel.
La globalización de la estadística biomédica
«La pandemia ayudó mucho a esta idea de que los datos sean públicos, y a juntar a todos quienes estábamos estudiando la genómica del huésped del virus. En genómica pasa mucho esto, gracias a la generosidad del participante que cede su material biológico, y la del investigador que comparte la información con la comunidad en general», explica la Dra. Espinosa. El mejor ejemplo de esta nueva ética fue el Proyecto del Genoma Humano, iniciativa de colaboración internacional que entre 1990 y 2003 mapeó y secuenció nuestro acervo genético por primera vez.
La iniciativa global de COVID-19 comenzó en Finlandia, y terminaron siendo 35 países los que dieron acceso libre a sus datos dentro de este grupo. En Chile, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) abrió un concurso para financiar el trabajo a nivel local, y a partir de eso un grupo de genetistas que estudiaban infecciones víricas a lo largo de todo el país se unieron para realizar este estudio. «Esto hace que el poder de un estudio sea mayor, porque tienes muchísimos más datos para detectar las señales del genoma completo, que pueden estar asociadas a formas diferentes de adquirir y de sufrir la enfermedad. También aumenta porque hay más individuos diferentes, es decir, más genomas y más diversos», complementa Yolanda.
Resultados del estudio
La investigación permitió mapear tres vías biológicas principales implicadas en la susceptibilidad y la gravedad del COVID-19: la entrada viral, la defensa de las vías respiratorias en la mucosa y la vía del interferón de tipo I (proteínas que ayudan a regular la actividad del sistema inmunológico) . Diferencias biológicas entre individuos en esas vías marcarían diferencias en la vulnerabilidad frente a la enfermedad.
«Los estudios genómicos de este tipo miran todo el genoma. Son investigaciones de asociación, para ver en qué lugares hay marcadores genéticos, como una carretera con diversas señaléticas que pueden cambiar entre todos los individuos. Y algunos de estos puntos que varían, están asociados con enfermedad. Entonces vemos todos los puntos que varían entre individuos, y cuáles de éstos aparecen asociados a una manifestación determinada», detalla la Dra. Espinosa. El proyecto abarcó 219.692 casos y más de 3 millones de controles, que permitieron la identificación de 51 loci (puntos) significativos, añadiendo 28 a la anterior publicación.
La académica agradeció a las y los participantes. «Realmente destacaría la generosidad y las ganas que puso Magallanes, porque fuimos la región, por la población que tenemos, que más participó; reclutamos muchísimo para los pocos que somos. Gracias a ello, ahora tenemos información base que nos puede servir para reaccionar más rápidamente ante futuras pandemias». Cada persona accedió a un informe de ancestría, para saber qué componente genético europeo tiene, qué componente africano, que componente amerindio etc. Pero la estadística adquiere fuerza con el análisis colectivo, no individual. Actualmente, están preparando la publicación con los resultados particulares de Chile.
Proyecciones
Los estudios moleculares aportan a la salud pública, a la generación de vacunas, al desarrollo de tratamientos de precisión y medicina personalizada, y a la mejora de las condiciones de todas las personas. La investigadora recalca que es de todas, y «no sólo de aquél que tiene plata para pagarse la salud. Cuando tú estás marginando a un pueblo es cuando no lo estudias, porque los estudios están todos hechos en Europa, arrojando información importante respecto de su acervo genético, que puede servir para salvar vidas. Este estudio es lo que todos hemos aportado en el planeta», celebró.
La iniciativa ya ha dado frutos. A partir de ella, surgió un proyecto Anillo -iniciativas ANID que duran tres años y se realizan con colaboración tanto internacional como de sectores no académicos- actualmente en curso, para estudiar el Long COVID o COVID persistente, en todas sus manifestaciones. «Es un estudio importante -dijo la genetista- porque tenemos una cohorte en Chile y en Magallanes de la que tenemos datos desde antes de la vacuna. Hemos contactado nuevamente a quienes participaron para ver si querían hacer un seguimiento, y así hemos podido ver que aproximadamente un tercio de los infectados ha tenido secuelas de la enfermedad, y además, hemos podido definir la existencia de diversos tipos de COVID persistente».
"El plan viene a orientar las obras de infraestructura necesarias para el desarrollo de esta industria y otras actividades comerciales”, detalló durante la exposición el subsecretario de Energía, Luis Felipe Ramos.
"El plan viene a orientar las obras de infraestructura necesarias para el desarrollo de esta industria y otras actividades comerciales”, detalló durante la exposición el subsecretario de Energía, Luis Felipe Ramos.