21 de febrero de 2019
En esta semana hemos contemplado con tristeza y consternación el desarrollo de los grandes incendios en la zona centro-sur del país y, también, en la vecina región patagónica de Aysén. Miles de hectáreas de bosques convertidas en humo y cenizas.
El desastre se hace tragedia con las pérdidas humanas y las pérdidas materiales de modestas familias que habitan en sectores rurales. Entonces, la mirada se vuelve -casi espontáneamente- a la búsqueda de los responsables de tanta desgracia. Entonces comienzan otros problemas…
Quizás, puede haber quienes piensen que es Dios quien nos manda estos males para que paguemos quién sabe qué culpas ocultas. Inmediatamente digamos que un “dios” así, cruel y sádico con los pobres mortales, no tiene nada que ver con la fe cristiana y con el Dios Amor que nos ha dado a conocer el Señor Jesús. Entonces, ¿dónde seguir buscando responsables?
El abanico de los posibles responsables comienza a abrirse, y empiezan a desfilar los criminales que pueden haber provocado intencionalmente algunos de los incendios, las autoridades que pueden haber tenido una respuesta débil y tardía en el manejo de la crisis; los que pudiendo colaborar no lo hicieron y pasaron de largo ante el drama de otros, ocupados en sus mezquinos intereses económicos, o simplemente pasándolo bien en las vacaciones. Al final, sea cual sea la respuesta y la conclusión a que lleguen las investigaciones que se hagan sobre las responsabilidades en estos incendios, todos convergerán en que el cambio climático creó las condiciones para esta tragedia que se ha vivido.
Llegados a este punto, es preciso decir que el cambio climático no es un desastre natural, como puede ser un terremoto, un tsunami o una erupción volcánica, sino que se trata de un desastre causado por los seres humanos, tal como fue bien mostrado en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, realizada en París a fines del 2015.
Entonces, el asunto se complica más, pues resulta que la crisis ecológica y el cambio climático que provoca sequías o crea condiciones para el desarrollo de incendios incontrolables, es una consecuencia de la actividad humana y del modo en que maltratamos a nuestro planeta. El Papa Francisco, en su carta “Sobre el cuidado de la casa común”, llamaba a todos a cuidar la “hermana tierra” pues el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella, se vuelve contra nosotros mismos.
Ante la crisis ecológica y sus consecuencias, necesitamos urgentemente tomar clara conciencia que -como dice el Papa Francisco- el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y social.
Así, se trata de una responsabilidad de todos; como también es responsabilidad de todos cuidar con inteligencia y con sentido solidario nuestro medio ambiente y prevenir con inteligencia posibles desastres en nuestra región.
21 de febrero de 2019
Inversiones en Puertos Públicos: Camport Advierte Posibles Irregularidades en Convenios del Estado
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