26 de mayo de 2024
A veces se leen o se escuchan cosas increíbles; es decir, que son para no creerlas, y no porque superen los límites de cualquier fantasía, sino porque son una ofensa a la racionalidad del ser humano.
Antes de referirme a una “perla” de ese tipo, con la que me topé hace unos días leyendo el diario, quisiera dejar en claro que no me interesa polemizar con nadie; menos con algún político, pues ellos ya tienen bastante con sus querellas internas, avivadas por la cercanía de las elecciones. Digo esto porque la “perla” a la que me referiré fue proferida por un político; más aún, es el presidente del país vecino, el de los argentinos.
Aquí va “la perla” en cuestión: “la idea de justicia social es de resentidos envidiosos y además es injusta porque implica violencias y para hacer esa justicia distributiva le tienen que robar a uno para darle a otro”.
¿Qué les parece? ¡Es para no creerlo! Porque según lo que allí se dice, la injusticia social es lo justo y el anhelo de una sociedad justa para todos los ciudadanos sería una característica de los resentidos y carcomidos por la envidia; por último, la redistribución de los bienes en la sociedad sería un robo. ¡Para no creerlo!
Esta “perla”, propia de una retórica desenfadada y carente de todo sentido de realidad y cordura, es -lamentablemente- parecida a palabras que se escuchan entre nosotros, no sólo en boca de algunos políticos, sino también en opiniones de muchas personas contagiadas por el peligroso virus del individualismo.
No es sólo el hecho de que, más allá de los discursos, las “causas sociales” no susciten mucho interés, sino que el virus del individualismo pareciera ir contagiando todas situaciones de la vida: desde la manera de conducir el auto hasta los casos de corrupción de personas de todos los pelajes y colores políticos que se apropian de bienes y dineros públicos, los cuales, directa o indirectamente, están destinados al servicio de los más frágiles y vulnerables de la sociedad.
Por eso, cuando se pierde la noción de justicia social se ha perdido el sentido del bien común; una sociedad de individuos no tiene bien común, sino que es una multitud que compite en forma despiadada e inhumana por bienes individuales e intereses egoístas. Así, en un simple conjunto de individuos, careciendo de los sentidos del bien común y de la justicia social, reina la ley de la selva y todo se vuelve inhumano; todo se vuelve un asunto de fuerza o de pillería, de temores y de andar a la defensiva para sobrevivir en un mundo agresivo y hostil.
Por eso, es para no creerlo esto de la “perla” que pretende anular la prioridad del bien común y, por tanto, de la necesidad de la justicia social en la construcción de la sociedad; pero, así están las cosas… infectadas por el egocéntrico virus del individualismo.
Desde la fe cristiana, la búsqueda del bien común es sintonizar con la gran pasión de Dios, que no es individualista, sino una comunión del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que ama la justicia y busca el bien de todos sus hijos, y por eso concede sus dones para el provecho de todos (1ª Cor 12,7).
El hecho de referirme en esta columna a la “perla” de alguien que hace gala de su desprecio por el bien común y la justicia social, y que considera que la justicia distributiva (por ejemplo, el cobro de impuestos, los sistemas de salud y educación públicos, los programas de oportunidades sociales, etc.) es un robo, permite poner de manifiesto la necesidad de buenos políticos. Los políticos no son un mal necesario, como dicen algunos, sino una urgente necesidad de la sociedad para la búsqueda del bien común y de la justicia social. Ciertamente, necesitamos de esos hombres y mujeres apasionados por el bien común para superar el inhumano virus del individualismo que arrasa con todo y revictimiza a los más vulnerables de la sociedad.
Como lo ha recordado el Papa Francisco, en la tradición católica, “la política es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común”, Por eso, sigue diciendo el Papa Francisco, “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo y la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes […] levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes?”.
26 de mayo de 2024
Campaña de Verano
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