2 de noviembre de 2024
En una nueva sesión de la Mesa Red Cuidar, efectuada este martes en dependencias del Gobierno Regional, la SEREMI de la Mujer y la Equidad de Género, Alejandra Ruiz Ovando, presentó los hallazgos del estudio Experiencias de Vida de las Cuidadoras: Autonomía Económica y Expectativas. Este informe, desarrollado para visibilizar el rol fundamental de las mujeres que cuidan a personas con discapacidad severa o en situación de dependencia “refuerza la urgencia de avanzar hacia una corresponsabilidad social en las tareas de cuidado y hacia políticas públicas que respondan a sus necesidades reales”, recalcó la autoridad.
La actividad se llevó a cabo en el marco de las acciones de la Red Cuidar Magallanes, encabezada por el Gobierno Regional de Magallanes y la Antártica Chilena, la cual tiene como objetivo construir el Plan Regional de Cuidados que busca ejecutar -desde la construcción territorial-, los acuerdos internacionales en temas de cuidados integrando la perspectiva de derechos humanos, de género y enfoque territorial, con especial énfasis en personas mayores en situación de dependencia.
“Como Gobierno, consideramos fundamental apoyar a las personas que cumplen el rol de cuidar, quienes dedican gran parte de su tiempo y proyectos de vida para asegurar el bienestar de sus seres queridos en situación de dependencia. Queremos que los cuidados no se vivan en soledad, sino como una responsabilidad compartida, permitiendo que quienes cumplen esta labor puedan desarrollarse plenamente,” afirmó la SEREMI Ruiz Ovando.
Durante la presentación, la SEREMI subrayó que el estudio es un paso hacia el fortalecimiento de la propuesta de ley que creará el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, actualmente en discusión en el Congreso, para consagrar el derecho al cuidado en Chile. Los resultados del informe muestran que las cuidadoras enfrentan una sobrecarga física y emocional significativa, sin el respaldo adecuado en salud, descanso, ni oportunidades para el ocio y la vida social. Esta situación, además, afecta su autonomía y limita sus aspiraciones personales y profesionales.
La jornada también incluyó la presentación de Ignacio Becker Bozo, Asesor en Políticas de Juventudes del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), quien compartió los hallazgos del estudio Juventudes Cuidadoras: Percepciones, Experiencias y Dinámicas en Chile. Este análisis cualitativo subraya las experiencias y desafíos que enfrentan las juventudes cuidadoras, resaltando la necesidad de políticas públicas inclusivas y equitativas que brinden apoyo a los jóvenes que asumen esta responsabilidad.
Experiencias de Vida de las Cuidadoras
De acuerdo con los resultados de este estudio, la experiencia de cuidar es una experiencia de vida. En promedio, las mujeres que participaron del estudio han cuidado de personas con discapacidad severa (PcDDS) por 10,2 años y hay un número significativo de mujeres que comenzaron a cuidar desde la infancia (a partir de los 10 años, aproximadamente), a sus hermanos, a sus padres -incluso- o a sus abuelos.
En algunos casos, ellas se han hecho cargo, de manera sucesiva o combinada, del cuidado de hermanas, hijos, nietos y esposos, desarrollando una trayectoria de vida totalmente abocada al cuidado de otras personas. Así, su vida completa ha estado supeditada al trabajo de cuidados no remunerados y la vida personal no logra hacerse un lugar diferenciado y diferenciable.
El trabajo de cuidados asumido en edades tempranas afecta la continuidad de estudios técnico-superiores y con ello las posibilidades de empleabilidad futura en condiciones laborales que permitan una buena calidad de vida. Asimismo, largos períodos fuera del mundo laboral implican pérdida de competencias y de trayectorias demostrables para reinsertarse.
Las conclusiones de esta investigación también subrayan cómo el rol del cuidado afecta las rutinas diarias y la distribución del tiempo entre las mujeres que lo desempeñan. Así, las entrevistadas declaran que dedican 11.3 horas diarias a estas labores, contrastando con las 1.8 horas que sus familiares destinan a este trabajo en la semana. En tanto, el fin de semana, ese número asciende apenas a las 2.5 horas; evidenciando la falta de relevo y la ausencia de corresponsabilidad en los cuidados.
Esta sobrecarga de trabajo no solo impacta en la cantidad de tiempo disponible para actividades personales y de ocio, sino también en la posibilidad de las cuidadoras para mejorar su calidad de vida. Mientras que las mujeres en general – de acuerdo a la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT)- dedican 5,9 horas diarias a aficiones, deportes y vida social; las entrevistadas en este estudio afirman que pueden asignar solo 3,2 horas a estas acciones, incluyendo a aquellas relacionadas con su cuidado personal, como ducharse y comer.
A eso, se suma el aislamiento social provocado por el escaso y esporádico contacto que tienen con sus vecinas y vecinos, lo que agudiza la falta de redes de apoyo para los cuidados.
El trabajo de cuidados también incide en su salud de manera significativa. En ese sentido, del total de cuidadoras entrevistadas, el 33.3% reconoce enfrentar problemas de salud física, mientras que el 70.8% declara tener dificultades de salud mental. Así, se visualiza que ambas dimensiones empeoran considerablemente en comparación al estado de salud previo al inicio de los cuidados. Además, muchas mujeres sostienen haber asumido estas responsabilidades mientras atravesaban condiciones psicológicas complejas, exacerbando aún más dichas situaciones.
En conclusión, este panorama genera que a las cuidadoras les resulte complejo visualizar el futuro y plantearse un proyecto vital sin el actual trabajo de cuidados. “La inmediatez y la sobrecarga del día a día, la falta de certidumbre respecto a la evolución de la o las personas cuidadas, la ansiedad y el temor por la potencial pérdida o por la posibilidad de dejar al destinatario del cuidado en la desprotección, y el despoblamiento de la vida presente de todo aquello que no sea los cuidados, despoja a las mujeres cuidadoras de un proyecto personal”, revela el estudio.
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