20 de octubre de 2023
En estos días somos testigos, con el corazón apretado, de las masacres en Israel y en Palestina, que van dejando un reguero de sangre y dolor, con víctimas inocentes por lado y lado. Son luchas de poder no sólo de un país contra otro, sino también dentro de cada bando, y también toman partido los poderosos que se sienten dueños del mundo. En esos sangrientos sucesos cargados de odio, cada bando y sus líderes insensatos, piensan estar investidos de un poder absoluto para destruir vidas y eliminar pueblos.
Es triste reconocerlo, pero en este drama no hay nada nuevo bajo el sol. Es una perversa comprensión del poder que se endiosa e impone sus supuestos derechos sin mirar a nada ni a nadie, sólo sus propios intereses. Eso no ocurre sólo en guerras al otro lado del mundo, también entre nosotros podemos reconocer los trazos de esa perversión del poder en la gestión de diversos asuntos políticos, en las discusiones constitucionales, en las lógicas y prácticas que establece el poder económico y sus leyes del mercado.
En la Eucaristía de este domingo se lee un texto evangélico que va al centro del problema del poder. Se trata del pago del tributo al César romano. Era un asunto complejo, dada la particular situación que vivían los judíos bajo la dominación romana y la curiosa pretensión de la divinidad del César de Roma.
Entre los judíos había diversos partidos político-religiosos; así era en ese tiempo. Los fariseos y los herodianos eran enemigos acérrimos, pero se unen para tenderle una trampa al Señor Jesús, preguntándole si es lícito a un judío pagar el impuesto que exige el César romano. Si Jesús respondía que era lícito pagar tributo al César, le acusarían de ser amigo de los opresores romanos, y quedaría desacreditado ante su propio pueblo; si respondía que no, lo acusarían de rebelión contra Roma.
La respuesta del Señor Jesús sorprende a sus tramposos interrogadores. Les dijo: “den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. No es una evasiva, sino que va al corazón del problema. Deja claro es que el César no es Dios; por más que el César pretenda tener un poder absoluto y un dominio universal, no es Dios, está sometido a Dios y, por tanto, lo que es del César… también es de Dios.
Así, el Señor Jesús no pone en el mismo plano a Dios y al César, sólo Dios es Dios y Él no cobra tributos, sino que lo entrega todo a los seres humanos que ama; no oprime ni domina, sino que es la fuente de la dignidad y libertad; no destruye a nadie, sino que defiende la vida; no se aprovecha de nadie, sino que respeta a todos. Hay un abismo entre el poder del César y el de Dios Todopoderoso que se ha hecho servidor de todos hasta dar la vida por todos.
También, el Señor Jesús está diciendo que todo está sometido al poder de Dios; es decir, al poder del amor. No está diciendo, como algunos pretenden, que una parte de la vida -lo material y lo económico- pertenezca al César, y otra parte -lo espiritual y religioso- pertenezca a Dios. Con ese dualismo, muchos pretenden justificar cualquier injusticia según las leyes del César, las leyes del mercado y, al mismo tiempo, decir que creen en Dios. Así se olvidan que para Dios lo primero es el ser humano, y especialmente los que padecen las consecuencias de un poder que olvida que a Dios le importa la justicia y la misericordia. Por eso, en otro momento, el Señor Jesús dirá: “no se puede servir a Dios y al dinero”.
Nada es más contrario al Señor Jesús que el poder que domina, aplasta o destruye, y que en algunos casos pretende ser “sagrado” llegando al absurdo de la “guerra santa”, o pretendiendo defender “los derechos de Dios”. Cuando alguien pretende estar defendiendo “los derechos de Dios”, no está defendiendo más que sus propios intereses ideológicos o económicos.
Dios nos ha manifestado en el Señor Jesús que la realidad más fundamental del poder, de todo poder, es el servicio del ser humano, de cualquier persona y del bien común de todas las personas, por sobre cualquier bien individual. Como todos manejamos alguna pequeña cuota de poder en nuestras vidas, en la esfera familiar o laboral en que nos movemos, en nuestra vida económica o social, todos estamos llamados a vivir el cambio del poder que domina al poder que se hace servidor. Es el único camino posible para servir a Dios y para servir lo que es de Dios: el ser humano, los pobres y sufrientes, y toda la creación.
20 de octubre de 2023
Fuera de que los tiempos que toman los permisos para proyectos de hidrógeno verde constituyen una gran preocupación, dada la urgencia de la descarbonización, el presidente de la asociación gremial tiene confianza en el Estado para sacar adelante los megaproyectos.
Fuera de que los tiempos que toman los permisos para proyectos de hidrógeno verde constituyen una gran preocupación, dada la urgencia de la descarbonización, el presidente de la asociación gremial tiene confianza en el Estado para sacar adelante los megaproyectos.