11 de abril de 2017
El estudio indagó en 27 centros urbanos qué tan capaces son de brindar oportunidades de progreso a sus habitantes. El impulso de la industria petrolera y un urbanismo potente son algunos de los factores que hacen de la ciudad del extremo sur la más competitiva del país. En Melipilla escasean los centros universitarios y técnicos, y muestra los peores niveles en innovación y los mayores niveles de desconfianza.
En los primeros lugares, Punta Arenas, Valdivia y Osorno. Y en el otro extremo, San Antonio, La Calera y -en el último lugar- Melipilla.
Estos son los polos urbanos del país que salieron como los mejores y peores evaluados en el Índice de Competitividad de Ciudades 2016, una investigación que, por segunda vez, elaboró el economista y ex consejero del Banco Central Jorge Marshall, junto a otros tres expertos e investigadores: los académicos Christian Belmar, Gonzalo Escobar y Gastón L’Huillier.
El propósito de este estudio, cuya primera versión elaboraron en 2015, es evaluar la competitividad de las ciudades. En simple, indagan -a través del cruce y análisis de 65 variables- cuán favorable es cada uno de los centros urbanos en generar condiciones y oportunidades de progreso para sus respectivos habitantes. Para llegar al resultado o índice general, los expertos consideran estas variables agrupándolas en cinco dimensiones o subsistemas: economía, gobernanza, innovación, sociedad y urbanismo (ver ficha técnica).
Esta segunda versión del índice de competitividad consideró a 27 ciudades del país, que incluyen 107 comunas, dado que muchos de estos polos están conurbados y, por tanto, agrupan más que a un único municipio. Los investigadores presentarán este informe este martes en la Corporación Regional del Desarrollo de la Región del Biobío.
En el índice general, el promedio de estas 27 ciudades arrojó un resultado de 49 puntos, en una escala en que cero es el peor resultado y 100 la mejor calificación posible de obtener. Punta Arenas lidera el ranking general, con 70,84 puntos, seguida de Valdivia, con 63,40 puntos y, luego, Osorno, con 62,15 puntos (ver infografía).
¿Qué factores pueden tener en común estas ciudades? Punta Arenas cuenta con un motor de desarrollo o factor exógeno, recibe el impulso de la industria petrolera, y por su ubicación tiene un desarrollo urbano fuerte y una identidad más desarrollada. El caso de Valdivia es especial, porque sobresale en innovación, debido a las universidades que se emplazan en la ciudad. Además, cuenta con un proyecto de desarrollo y buenos índices sociales, como confianza. «Osorno tiene un modelo consolidado desde hace años en torno a la actividad agrícola, y a la vez con una buena capacidad para ejecutar proyectos», explica Jorge Marshall.
En contraste, en el último lugar del ranking está Melipilla, con 18,20 puntos, seguida por La Calera y San Antonio, ambas de la V Región, con 21,01 y 30,55 puntos, respectivamente. «Son ciudades que no tienen impulsos exógenos ni endógenos significativos. Esto incluye a San Antonio, a pesar del puerto», agrega Jorge Marshall.
Hay que consignar que en la versión 2015 del estudio, el promedio general del ranking fue de 45,8 puntos, aunque metodológicamente ambos estudios no son comparables, porque el anterior consideró solo a nueve ciudades. Con todo, en ese estudio Valparaíso se ubicó en el primer lugar del ranking (con 53,7 puntos) y Temuco en el peor (con 40,2 puntos).
¿Cuáles son las principales conclusiones del estudio de 2016? Jorge Marshall explica que hay ciudades marcadas por un sector productivo que actúa como importante motor de actividad -en otras palabras, hay un impulso exógeno no generado por los habitantes locales-, como la minería en Calama o los salmones en Puerto Montt, pero que no han desarrollado un proyecto propio de ciudad, un impulso endógeno, para el progreso de sus habitantes. Y hay ciudades como Quillota, con un proyecto de ciudad claro, pero que no está acompañado de un impulso exógeno grande. Lo ideal es que haya un balance entre los impulsos endógenos y los exógenos para garantizar un progreso sostenible, explica Jorge Marshall.
O sea, si bien es importante que exista una actividad económica fuerte, eso no necesariamente es garantía de desarrollo, pues hay otras variables que también juegan un rol para que los habitantes se queden en esa ciudad y fomenten más desarrollo. Y acá puede haber factores tan diversos como una planificación urbanística adecuada, gobiernos locales que con alianzas público-privadas puedan generar y liderar un proyecto que dinamice la ciudad, o que haya polos (universidades o centros) de innovación.
«No hay ciudad que no pueda desarrollar un proyecto», dice Marshall, y da como ejemplo el caso de Santa Cruz. «Este es un proceso gradual, en que alguien dice por qué no ponemos un museo del vino. ¿Quién pensaba que Santa Cruz podría ser un proyecto atractivo? Y terminó siéndolo», señala.
A.G. y C.R.
Economía y Negocios Domingo
El Mercurio
Durante la reunión, se abordó la importancia de la alianza público-privada para llevar a cabo proyectos de infraestructura pública y vivienda de la región.
Durante la reunión, se abordó la importancia de la alianza público-privada para llevar a cabo proyectos de infraestructura pública y vivienda de la región.