16 de diciembre de 2012
Millones de ciudadanos norteamericanos, europeos occidentales, australianos y japoneses viven y trabajan en otros países, donde suelen formar su propia comunidad donde reúnen con sus compatriotas, mantienen sus costumbres y comparan sus experiencias. Tanto ellos mismos como los medios de comunicación les suelen llamar expatriados, porque viven fuera de su patria. La palabra está compuesta por el prefijo ex-, ‘fuera’ o ‘más allá’, y patria.
Por otro lado, en los países ricos también hay millones de ciudadanos procedentes de países pobres donde viven y trabajan de forma permanente o temporal, pero en la mayoría de los casos en situaciones precarias. A esa gente les solemos llamar inmigrantes.
Según Wikipedia y el RAE, la definición de expatriado e inmigrante es casi idéntica, ya que las dos se refieren a personas que residen y trabajan lejos de su lugar de nacimiento.
Según algunas definiciones, la diferencia fundamental está en la intención o estancia en el extranjero. Un expatriado es alguien que vive una temporada fuera con la intención de volver a su patria, mientras que un inmigrante es alguien que se desplaza de forma permanente.
Pero eso tampoco es cierto. Durante los años 70, cuando miles de españoles fueron a trabajar en Alemania para cubrir puestos en las cadenas de montaje, la mayoría sí que tenía intención de regreso, pero todo el mundo les llamaba inmigrantes, no expatriados. Lo mismo sucede con los miles de marroquíes, rumanos y sudamericanos en España que también están en camino de retorno. Siempre les llamamos «inmigrantes», nunca «expatriados».
Pero los miles de ingleses, alemanes, franceses y americanos viviendo, trabajando y haciendo negocio en China sí que son «expatriados», aunque muchos ya llevan más de veinte años ahí. En Madrid, los bares irlandeses donde reúnen los ciudadanos anglófonos son referidos como «bares de expatriados», nunca como «bares de inmigrantes».
En todos los programas o artículos sobre expatriados, se suele hablar del enriquecimiento del intercambio cultural, la expansión de las empresas multinacionales, y la riqueza generada por la globalización. Cuando hablan de inmigrantes, los temas que surgen suelen ser relacionado con la marginalidad, la delincuencia, los guetos, y la competición por puestos de trabajo.
En España, cuando hablan de «guetos de inmigrantes», la gente suele pensar en magrebíes, africanos, latinoamericanos, rumanos, o chinos que se concentran en los mismos barrios.
Sin embargo, ignoramos que las dos nacionalidades extranjeras que menos se han integrado en la sociedad son los ingleses y alemanes, ya que casi todos se concentran en sus comunidades cerradas en la costa mediterránea, y a pesar de que muchos llevan más de diez años aquí, no hablan español y jamás se han relacionado con españoles.
Sin embargo, como proceden de países ricos, nadie les echa la culpa por formar guetos, por quitar puestos de trabajo, por aprovecharse de la sanidad pública, o por no respetar las costumbres locales.
La moraleja es que un ser humano es considerado superior o inferior dependiendo a gran medida en el dinero que tiene su país de origen. Hasta cuando emigra al extranjero, el nombre que le da es distinto.
(Por Desmond Yew en yaivi.blogspot.com)
El detenido, es un ciudadano chileno de 52 años con antecedentes policiales, quien este viernes será puesto a disposición del Juzgado de Garantía de Punta Arenas para la respectiva audiencia de control.
El detenido, es un ciudadano chileno de 52 años con antecedentes policiales, quien este viernes será puesto a disposición del Juzgado de Garantía de Punta Arenas para la respectiva audiencia de control.