1 de agosto de 2024
La violencia, en todas sus formas, es una manifestación de estructuras de poder y dominación profundamente arraigadas en nuestra sociedad. Al ser estructural, la violencia se adapta y muta junto con la evolución de nuestras formas de interacción y comunicación. Esto se debe a que las estructuras subyacentes de desigualdad y opresión que fomentan la violencia no desaparecen con el cambio de contexto: simplemente encuentran nuevas formas de manifestarse.
En el pasado, la violencia contra las mujeres se manifestaba predominantemente en espacios físicos. Con la aparición de nuevas tecnologías y plataformas digitales, hemos visto cómo esta violencia ha encontrado un nuevo medio para proliferar. El ciberacoso, la difusión no consentida de contenido íntimo, la creación de perfiles falsos y el hostigamiento en línea son solo algunas de las formas en las que la violencia se ha adaptado al entorno digital.
Esta capacidad de mutación es intrínseca a la naturaleza de la violencia estructural. La violencia es una herramienta de control y poder, y aquellos que la ejercen encontrarán siempre maneras de perpetuarla, independientemente del medio. En este sentido, la violencia es como un virus: cambia y se adapta para sobrevivir en nuevos ambientes.
Esta reflexión nos lleva a una comprensión más profunda de la necesidad de abordar las raíces estructurales de la violencia. No basta con combatir sus manifestaciones más visibles; debemos trabajar para desmantelar las estructuras de desigualdad y opresión que la sustentan. Esto implica un cambio cultural profundo, una revisión de nuestras leyes y políticas, y una educación que promueva la igualdad y el respeto desde una edad temprana.
En el contexto digital, esto significa también que las plataformas tecnológicas y las redes sociales tienen una responsabilidad significativa. Deben implementar políticas más estrictas contra el acoso y la violencia, así como mecanismos efectivos para la protección de las víctimas. Además, la sociedad en su conjunto debe estar consciente de estas nuevas formas de violencia y ser proactiva en su prevención y erradicación, porque en última instancia, la lucha contra la violencia estructural en cualquiera de sus formas ya sea física o digital, es una lucha por la justicia y la igualdad.
Es un desafío que requiere un esfuerzo colectivo y sostenido, y un compromiso inquebrantable con la dignidad y los derechos de todas las personas y en esa línea, como Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género patrocinamos el Proyecto de Ley de Violencia Digital (Boletín N°13928-07) que busca llenar un vacío legal, abordando la violencia que ha surgido en el entorno digital y afectando de manera desproporcionada a mujeres y jóvenes en nuestro país, la cual está además inserta en la agenda priorizada de seguridad acordada por el Ejecutivo y presidentes de ambas Cámaras en mayo de 2024.
Esperamos que este proyecto que tipifica y sanciona la violencia digital -que hoy se encuentra en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento para su estudio y análisis-sea un avance sustantivo para abordar desde todos los ámbitos la violencia estructural que afecta a las mujeres.
Fuera de que los tiempos que toman los permisos para proyectos de hidrógeno verde constituyen una gran preocupación, dada la urgencia de la descarbonización, el presidente de la asociación gremial tiene confianza en el Estado para sacar adelante los megaproyectos.
Fuera de que los tiempos que toman los permisos para proyectos de hidrógeno verde constituyen una gran preocupación, dada la urgencia de la descarbonización, el presidente de la asociación gremial tiene confianza en el Estado para sacar adelante los megaproyectos.