1 de abril de 2025
La belleza natural de la Patagonia chilena es ya ampliamente reconocida. Los glaciares del Parque Nacional Torres del Paine, el Santuario de la Naturaleza de las Capillas de Mármol, sus estepas, y la Laguna San Rafael, junto a su imponente geografía y clima extremo, la elevan como uno de los mayores atractivos turísticos del país.
Pero la zona austral no es sólo pampa, glaciares y lagos. Es también mar y litoral. Sus fiordos, únicos en el sur global, son clave para mantener la armonía ecosistémica y la cadena trófica que permite la vida en el planeta.
Paulo Moreno, doctor en Ecosistemas Marinos de la Universidad de Genova (Italia) y actualmente se desempeña como Investigador Residente en el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP). Su trabajo se ha enfocado en cuantificar y generar modelos relacionados con el vínculo entre los sistemas terrestres, de agua dulce y los marinos interiores (fiordos). En sus investigaciones ha podido cuantificar el aporte de agua dulce que fluye hacia el océano.
Un fiordo es una entrada de agua marina, larga y estrecha en el continente, influenciada por el agua dulce proveniente de los ríos. Esto genera una doble capa de agua con diferentes densidades, el agua dulce en la superficie y el agua salada debajo de esta.
Esa agua dulce lleva minerales y elementos esenciales para la productividad de algunas algas. Por ejemplo, los suelos volcánicos tienen mucho sílice, y cuando éste se diluye en los ríos y llega al mar, es fundamental para las diatomeas, que son la base de la cadena trófica marina. Si hay poco sílice, pueden proliferar otras microalgas, como algunos tipos de dinoflagelados que son responsables de los florecimientos de algas nocivas. Esto muestra la conexión directa entre la cantidad de agua dulce y la vida marina, en estos ecosistemas.
Desde el punto de vista geográfico, lo que sucede en la Patagonia es que la depresión intermedia, como la conocemos en el resto de Chile, se hundió y está cubierta por mar. Esto generó mares interiores, y una red de canales, fiordos e islas, lo que a su vez crea una gran cantidad de costas.
Es tal la importancia de esta zona, que si se cuentan todos los límites costeros desde Puerto Montt hasta Cabo de Hornos, esta distancia representa aproximadamente el 37% de todas las costas de Sudamérica.
La principal característica de los fiordos y canales es que no hay muchas zonas similares en el mundo. Tenemos ejemplos en Noruega, Suecia, Finlandia y Canadá, pero en el hemisferio sur, bajo el paralelo 40, no hay otras masas de tierra que repliquen estas condiciones.
Esto genera una conexión muy rápida entre los ecosistemas terrestres y marinos. Por ejemplo, en algunos sectores llueve y en menos de un día esa agua llega al mar. Sin embargo, hay lugares en Patagonia donde una gota de agua puede tardar más de 100 años en llegar al mar, como en el Lago General Carrera. Esto demuestra la enorme variabilidad del territorio.
En la naturaleza todo está interconectado, y el agua que fluye al mar es parte de un ciclo vital. Por ejemplo, el carbono que viene de los bosques también es clave para la productividad marina.
Un dato impresionante que hemos podido cuantificar es que en la Patagonia caen aproximadamente 700 km³ de agua dulce al mar cada año, lo que equivale a un cubo de agua cuya arista es del tamaño de la distancia entre Santiago y Valdivia. Antes se estimaba que sólo el 0,2% del agua dulce global provenía de Patagonia, pero nuestros estudios indican que alcanza al 2%.
Hay una gran cantidad de especies endémicas que aún no se han estudiado completamente. Cada fiordo es único, con diferentes niveles de agua dulce, radiación y mezcla de aguas. Es un error hablar de la Patagonia como un territorio uniforme, hay que hacer estudios específicos en cada sector.
Estamos en un proceso de cambio global debido al calentamiento climático. Se estima que al norte de Aysén disminuirá la precipitación, mientras que al sur aumentará. Además, el cambio de uso de suelo también afecta el agua y la productividad marina.
Debemos preguntarnos si nuestras líneas base actuales de producción son sostenibles. No sabemos si estamos al límite de lo que los ecosistemas pueden soportar.
La protección debe considerar todo el sistema: cuencas, ríos y fiordos. Los ríos nos dan una "radiografía" de lo que ocurre en la tierra; por ejemplo, un exceso de nutrientes en el agua puede ser señal de una actividad agropecuaria descontrolada.
En general, los ríos de Patagonia están en buen estado, con niveles de contaminación muy bajos. Solo algunas zonas, como la cuenca de Aysén, presentan niveles un poco más altos debido a la cercanía con centros urbanos, pero sin llegar a ser dramáticos.
Totalmente, no hay que esperar a que se deterioren para protegerlos, debemos actuar ahora. Estos ecosistemas pueden servir de línea base para comparar con otras cuencas que si se encuentran con problemas en Chile.
Se trata de 87 iniciativas, equivalentes a $1.6 billones ($1.600.000.000.000), que consolidan el Plan como política de Estado y no como propuesta excepcional.
Se trata de 87 iniciativas, equivalentes a $1.6 billones ($1.600.000.000.000), que consolidan el Plan como política de Estado y no como propuesta excepcional.