2 de junio de 2024
La sorpresa y el asombro, el estupor y la perplejidad, en esta semana se han apoderado de la mayoría de las personas, porque no entra en nuestra mente ni calza con nuestra experiencia eso de que un bombero haya iniciado uno de los más trágicos incendios de nuestra historia. Tampoco calza eso de un funcionario de la Conaf promoviendo los incendios forestales para ganar más horas extras.
De la misma manera, nos deja perplejos eso de unos carabineros extorsionando a comerciantes al más puro estilo gangsteril, ofreciendo “protección” y recibiendo coimas. Tampoco calza que un ex director de la policía civil esté juzgado por malversación de fondos públicos y otro investigado por violación de secretos de pesquisas policiales. No nos calza eso del abogado del “caso audios” diciéndole a sus cómplices que lo que está haciendo es un delito, y siga adelante con sus pillerías; nos escandaliza lo de algunos ministros religiosos, sacerdotes o pastores, cometiendo abusos sexuales, o los fraudes de algunos uniformados que juraron defender a la patria y se apoderan de dineros fiscales.
Suma y sigue…, porque tampoco nos calza que algunos de los más ricos empresarios del país hayan sido sorprendidos en un pentafraude al fisco, y tan increíble como eso es que fueran condenados sólo a asistir a unas clases de ética, y así tantos fraudes más. Tampoco nos calza que unos políticos, en lugar de buscar el bien común, se apropien torcidamente de fondos públicos, especialmente destinados a las personas más vulnerables, y lo hagan para su beneficio personal o de sus grupos políticos. En fin, la lista sería muy larga y es transversal a todos los grupos de la sociedad, actividades profesionales, instituciones y colores políticos.
Para algunos, la conclusión que se impone es simple: no se puede confiar en nadie, porque “todos son iguales”. Así, con esa injusta generalización descalifican a todos y se quedan contemplando el espectáculo.
Por cierto, todos somos iguales en dignidad y en derechos, pero no somos todos iguales en vivir según esa dignidad y sus derechos, y honrando los deberes correlativos. Así que, ¡no, todos no son iguales!
No, no son todos los bomberos los que inician trágicos incendios, y bien sabemos cuánto les debemos a los generosos bomberos voluntarios. No todos los carabineros son unos extorsionadores gangsteriles, y bien sabemos cuánto les debemos y cuánto necesitamos a los esforzados carabineros. No todos los abogados ni todos los contadores se dedican a las pillerías y trampas, ni todos los detectives son unos coimeros; no todos los comerciantes son unos ladrones, ni todos los periodistas unos chamulleros. No todos los sacerdotes o pastores son unos abusadores sexuales, ni todos los médicos son unos abusadores económicos o sexuales de sus pacientes. Tampoco todos los políticos son unos sinvergüenzas, ni todos los empleados públicos son flojos o coimeros. Y podríamos seguir…
¡Qué injustas son esas descalificaciones generalizadas y, lamentablemente, con cuánta frecuencia se escuchan! Aunque es cierto que, en cada grupo, actividad profesional, institución o sector político hay personas que distorsionan el sentido de lo que deben ser, de lo que dicen, piensan o hacen. Pero, la sabiduría popular es certera cuando afirma en el conocido refrán que “una golondrina no hace verano”, y en el otro menos conocido que dice “ni un dedo hace una mano, ni una sola virtud hace a un bienaventurado”.
Las injustas descalificaciones generalizadas que pretenden poner una lápida sobre otros, lo que hacen es poner en evidencia la pereza mental de quienes las dicen, pues así se muestran incapaces de distinguir entre una situación y otras, entre una persona y otras, entre una grave falta y muchas virtudes.
También, esas descalificaciones generalizadas son un signo de la ceguera espiritual de quienes las dicen, pues al hacerlo se muestran incapaces del más mínimo discernimiento acerca de las personas, los acontecimientos y las circunstancias, terminando simplemente -como dice el Señor Jesús- en “ver la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga que tienen en el propio ojo”.
Aunque, ciertamente, a todos nos inquietan, nos irritan o nos duelen las situaciones en que algunas personas distorsionan lo que son y lo que hacen, todos necesitamos aprender y volver a aprender, en cada situación, a distinguir entre el árbol que se cae con gran estrépito y el bosque que crece silenciosamente, sin hacer ruido y que está lleno de vida.
2 de junio de 2024
Positivo Balance de las autoridades del agro
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