30 de agosto de 2024
Simiel Díaz Toro, de 32 años, usuaria de INDAP, vive en lo alto de un cerro en Leñadura, a diez kilómetros al sur de Punta Arenas, en un container reacondicionado con vista al Estrecho de Magallanes. En días despejados, parece que pudiera extender el brazo y tocar la isla Tierra del Fuego o la isla Dawson. Desde ese rincón remoto, siguiendo los antiguos principios del alambique, crea cremas, tónicos, bálsamos y esencias en base a materias primas naturales que ella mis produce.
Parece que estuvieras en otro planeta. La nieve cubre el paisaje, mientras el silencio helado que cruza desde el Estrecho de Magallanes invita a la contemplación. Es pleno invierno, y Simiel Díaz Toro desafía el frío con una falda y medias negras, apenas cubierta por una cortaviento del mismo color. Camina entre el tractor, pilas de compost, y pequeños árboles nativos que ella misma sembró. En su casa, una estructura metálica rectangular, un sillón transversal, un estante y una cocina magallánica decoran el espacio. Sobre esa cocina, un alambique de cobre es testigo de su magia: Cremas, tónicos, perfumes, aceites y bálsamos, siguiendo los mismos principios que los alquimistas árabes utilizaban en los siglos VIII y IX.
"Vivo en un lugar que parece postnuclear. Construí mi casa a partir de un container desechado y cultivo plantines en una vieja micro que también recuperé. Cada pieza de chatarra que obtengo le doy una nueva vida", comenta con un tono grave, propio de una locutora de radio AM, como si fuera una sobreviviente en medio de la reconstrucción de un mundo devastado.
Hace cinco años, regresó de Córdoba, Argentina, con la firme intención de sembrar, cuidar el planeta y motivar a otros a unirse a siembras colectivas. Allende la cordillera estudió arte, cine, y fue locutora de una radio con espíritu campesino.
"Después de tanto tiempo en una gran ciudad, decidí volver a la naturaleza, sembrar árboles, recuperar saberes y aprovechar el conocimiento de nuestros abuelos y padres. Debemos recuperar y preservar ese legado, mientras estén vivos", insiste Simiel Díaz Toro.
Desde el primer día, comenzó a sembrar papas, lechugas y árboles nativos, mientras buscaba trabajo en radio. "No encontré. Tenía problemas económicos, y mi familia me sugirió: '¿Por qué no vendes los productos que haces?'. Al principio, los hacía solo para mí. Quería tener soberanía y control sobre mis propias cosas: hacer mi desodorante, mi perfume, mi pasta de dientes, y no depender de lo que venden en las tiendas", explica.
Así convirtió en negocio lo que siempre había hecho desde adolescente.
Hoy, su emprendimiento se llama Loika Herbolario y tiene un Instagram activo y una página web que su hermana le ayudó a hacer.
¿Por qué crees que es importante que los jóvenes se involucren en la agricultura?
"Creo que los jóvenes debemos recuperar el conocimiento agrícola como una forma revolucionaria de enfrentarnos al mundo actual. En lugar de seguir la corriente, deberíamos buscar alternativas que nos conecten con la naturaleza, respeten otros ritmos y nos permitan trabajar con las plantas. Esta propuesta no solo es importante, sino que también es rupturista, dado que la tendencia actual es que los jóvenes se inclinen hacia otras áreas y no hacia la agricultura".
¿Por qué ocurre eso de que los jóvenes se inclinen hacia otras áreas?
"Hoy en día, no se nos motiva a trabajar en el campo, pero considero que es crucial hacerlo si realmente lo sentimos. No es necesario tener una hectárea de terreno propio para involucrarse en esta labor; también podemos hacerlo de manera colectiva. Me gustaría, por ejemplo, colaborar con algunas compañeras para sembrar en conjunto. Lo que cultivemos sería de nosotras, y quienes no tengan terreno podrían participar en proyectos comunitarios. Hay que innovar en las formas de acceder a la agricultura".
¿Y tú estudiaste otras cosas como la radio...?
"Vivir en una gran ciudad, alejada de la naturaleza, me hizo valorar mucho más mis raíces y conocimientos. A veces, no nos damos cuenta de la importancia de lo que tenemos hasta que nos falta. Al regresar, me propuse retomar la agricultura y trabajar junto a mi padre, quien siempre ha disfrutado sembrar pero se sentía solo en la tarea. Ahora, compartimos esta labor y juntos hemos transformado este espacio, que ha sido fundamental en nuestro proyecto.
"En este entorno, he encontrado paz e inspiración para retomar la agricultura con un enfoque agroecológico y sostenible. Vivimos en una época cada vez más individualista, y creo que es urgente cuidar la naturaleza. Estamos en uno de los pocos lugares naturales y limpios que quedan en el mundo, y a menudo no se toma en serio la gravedad de la situación. Un agricultor no solo cultiva alimentos, sino que también cuida y enriquece la tierra, protege los árboles y preserva las especies nativas. Asumir este rol es esencial para la preservación del medio ambiente.
Además, me gustaría trabajar en la radio para motivar y reflexionar sobre estos temas, promoviendo una visión campesina que resalte la importancia de la agricultura y la conexión con la naturaleza".
Dice que es vegana. ¿Y por qué?, pregunto. "Por respeto a todos los seres que habitan nuestro planeta", responde con convicción y naturalidad; no suena a propaganda, sino a una creencia profundamente arraigada.
Ella misma recolecta y cultiva la mayoría de las plantas con las que trabaja. Y en la elaboración de sus materias primas y productos, utiliza técnicas milenarias, como la destilación en alambique por arrastre de vapor, el prensado artesanal de aceites, la maceración, la deshidratación solar, y la horticultura orgánica y lunar. Su propuesta dice que es clara: "oponerse a la destrucción de la naturaleza y a la explotación de todos los seres que compartimos este planeta", precisa.
La afortunada ganadora fue Mirtha Hernández, magallánica y enfermera de profesión, quien recibió un viaje familiar a Isla Magdalena.
La afortunada ganadora fue Mirtha Hernández, magallánica y enfermera de profesión, quien recibió un viaje familiar a Isla Magdalena.